lunes, 9 de junio de 2014

Juntos hasta el infinito…Norte de Perú: Máncora y Punta Sal.

Acompañá esta entrada con este tema...de Tierra Mojada "Coincidir"  (quién será ¿tierra mojada?...pero la letra del tema es hermoso, para ustedes amigos...)



Los atardeceres rosados invaden nuestros días. La convivencia dentro de “La Rusa” ahora es de a cuatro individuos, algo, podría decirse, un poco más fácil que de a dos. Si bien no sobra espacio, sobran ganas de compartir y momentos de risa. Todos colaboramos para que esto que elegimos hace poco más de cinco meses se vuelva tal cual, un sueño. 


                         
                 
                        
Para los que no conocen los pormenores. Con Agus y Ulises salimos con 10 días de diferencia, ellos desde Buenos Aires, nosotros de San Francisco. Con la misma idea de viaje y con el mismo rumbo. Nos conocimos en la casa del gran Alfredo en Iquique y desde ahí nos costó separar nuestros caminos. 

                    
También tenemos varias coincidencias pelotudas entre nosotros. Por ejemplo, Carola y Ulises coinciden en muchos gustos. El mínimo sabor ácido les arruga la cara muy graciosamente por igual a los dos. Cada una de sus madres se llama Cristina. Son los dos muy sanguíneos, quizás por su descendencia italiana, son los que arrancan más fácil en enojarse. La almohada es un instrumento indispensable en el descanso de ellos mientras que con Agus nos da lo mismo. Yo nací el mismo día que la hermana de Agustina y Agustina nació el mismo día que mi hermana, ella devora sus licuados y yo la acompaño a la par mientras que Ulises y Carola se toman su tiempo degustándolo poco a poco. Agustina también fue criada a queppes, purés de garbanzos y empanadas árabes como yo. Somos junto con la crota ésta los que por lo general nos activamos para cocinar. 


                        
Pero también están las coincidencias entre ellas. Carola y Agustina comparten el gusto por pintar y les encanta tejer. Se pueden pasar horas hablando, hablando y hablando de cualquier cosa. Un minuto de silencio entre ellas es más difícil que un político honesto. Con el loco Ulises compartimos la enfermedad del fútbol. Él, híper gallina y yo tarado bostero. Cuando vemos picar una pelota cerca nos brillan los ojos como dos niños y enseguida corremos atrás en busca del preciado esférico. 

Gentileza crota agustina

Siempre hay espacio para hablar de experiencias de cada uno. Como somos inquietos y curiosos y salen temas de los más variados. Compartimos lo que hicimos hasta ahora y también proyectamos e imaginamos nuevos sueños a concretar. Surgen espacios de mucho arte y también de pensamiento y crítica sobre algo que nos hace ruido o nos encanta de este espacio que se llama vida.

Ulises es cineasta, y nos trae películas hasta de las menos escuchadas para abrirnos los ojos un poco más. Vemos mucho cine juntos y al final se arma un debate sin importar llegar a una conclusión.

compromiso puro
Agus es la que nos cuenta experiencias de los activistas veganos, cómo ellos en Buenos Aires y ahora en viaje, le ponen el cuerpo y el alma a lo que tanto aman y están comprometidos: su lucha contra el maltrato animal de cualquier tipo. Cuando los escuchamos nos quedamos admirados, no nos queremos perder de ningún detalle de todo lo que piensan y sienten. Admiramos precisamente esa convicción por una causa tan linda y cómo son coherentes estén donde estén para defenderla y chocarse con un mundo que no está preparado para pensar así y  que muchas veces les da la espalda.

                        
El estar en compañía desdramatiza cualquier impulso de estupidéz que a uno le brote. A diario nos reímos de las peleas de parejas, de los planteos idiotas que a veces nos hacemos. Reírse de uno de uno mismo es una de las tantas cosas que aprendimos junto al loco Ulises y a la personaje de Agustina.

posando en la playa...
Agus disfrutando de su pasión por el mango

Viajar en nuestra combi despacito les hace, a nuestros amigos, descubrir los paisajes que antes desde el colectivo no percibían. Cantidad de poblados con personas sembrando, animales, camioneros que nos tocan bocina saludándonos. Están fascinados, no dejan de mirar y asombrarse.
Cheché maneja, Ulises va de copiloto cambiando música. En un momento él se queda callado, y después nos cuenta que estar compartiendo este momento del viaje así en nuestra rusa lo llena de emoción. Que se siente tan pleno como otros tantos momentos colmados de felicidad que tuvo en su vida.
Con Agus vamos atrás en la cama grande tejiendo y cebando mates. Charlando con ella me confirma que tenía ganas de viajar así en combi, que son otros tiempos más lentos y que todo le gusta. Siempre nos ocultamos cerrando todas las cortinas cuando pasamos por algún puestito policial para que no revisen la combi carente de cinturones.

                                                                                                                                 
En fin, todo eso anterior descripto o quizás las ganas inmensas de vivir esto intensamente ayuda a que la pasemos tan bien y nos llevemos aun mejor. Los días juntos se pasan volando, como cuando uno disfruta y siente que eso tan hermoso se escurre, que se volatiliza en el reloj pero queda grabado a fuego en cada uno.               
    
                               
Máncora es un lugar renombrado por los viajeros…todos pasan por acá. Es bien conocido por los surfistas que se lucen con grandes olas en el mar. De todas maneras lo más impresionante que tiene este pueblito son sus indescriptibles atardeceres. Las fotos capturan los colores pero en vivo no tiene palabras.


Karina y Danilo dos viajeros de Ecuador con muy buena onda.
                    
   

Llegamos a Punta Sal cayendo la noche. Una avenida recorre todo el pueblo de punta a punta. Avanzamos hasta el final donde hay una garita de control. Vemos algunos almacenes abiertos y muchos perros tranquilos en la calle. Decidimos parar a comprar provisiones para hacer una cena porque tenemos hambre. En eso se acerca un hombre de barba prominente a saludarnos. Nos pregunta de dónde somos, y ahí nomas le contamos algo breve de nuestro viaje. Nos dice: “Me llamo Vicente, ¿ven aquella casita allá? Ahí vivo yo, pueden estacionar al frente de casa sin problemas, así estoy para lo que necesiten, para ayudarlos”. Sin conocernos, alguien más se está brindando desinteresadamente.
“Buenísimo", le respondemos, "muchas gracias, compramos algo y vamos para allá” fue nuestra respuesta. Ya empezamos a sentir la buena energía de la gente de un pueblito pequeño como casi nunca falla.

                           
La noche está muy tranquila, no pasan casi autos y nosotros en la rusa disfrutando de la cena. Desde este lugar donde estacionamos, parece que el cielo se viniera abajo de estrellas. Salimos afuera a contemplar esta hermosura. Nos sentamos en colchonetas a charlar. Llega Vicente con un amigo cordobés, nos lo presenta: “Hooola cooomo estaaan? Soy Pablo”. Por la tonada estirada no quedan dudas que es un cordobés neto. Nos sentimos más cerca ya por compartir una identidad que nos une. Nos dice “¿no me digan que todavía tienen mate?” Entusiasmado agrega “porfa tomemos unos matecitos”
Ponemos la pava y largamos la ronda. Fue una noche hermosa que permitió conocernos entre todos un poco más. Un viaje que se emprende y la cantidad de personas hermosas que uno va encontrando en el camino. Pocas cosas tienen tanto valor como los afectos, en cualquier lugar, mientras sean verdaderos.

El lugar donde estacionamos la combi, afuera de la casa de Vicente
Apenas amanece, el calor de la combi nos expulsa a los cuatro. Salimos rezongando, porque queremos dormir un poco más. Pero no hay árboles para estacionar la rusa debajo, así que el sol la quema viva a las 9 de la mañana. Ansiosos vamos a conocer la playa que dicen que es tan hermosa.

                               
                              
La playa es así, efectivamente muy hermosa. Bien amplia y por demás tranquila. 
Se ven casas grandes que dan sus patios a la playa. O más bien la misma playa se mete en las casas. Una continuidad impagable. Algunas hamacas colgantes, galerías y sillones. Un par de hoteles lujosos preparados para turismo internacional. Creo que Punta Sal es conocida por ser un lugar perfecto para descansar y reponer energías. Desde que llegás te atrapa.

                    
                        
El sol juega a desplegar miles de colores en el cielo, todo en diferencia de pocos minutos, en una misma tarde. Pasa de un blanco brillante, a naranjas y amarillos bien intensos.

                           
                          
                           
De la hospitalidad mala o dudosa que tuvimos en las últimas experiencias, pudimos recargar de nuevo buenas energías en este lugarcito .
Siempre decimos lo mismo entre nosotros, que no nos importa lo mucho o poco que nos brinden, sino que sea dado con buena energía, con desinterés, y con amor. No esperamos gestos forzados o materiales, sino buenos gestos, de los grandes. Eso en el viaje llena más que cualquier cosa material que nos quieran regalar. Estos grandes personajes que conocimos en Punta Sal, nos brindaron su espacio, lo que podían darnos y lo que tenían. Vicente, un lugarcito afuera de su casa donde estacionar la rusa, una gran sonrisa. Una sombra, agua fresca, linda compañía en el hostel donde atendía Pablito. Los dos, su compañía de buena fe y amistad. Nada más preciado que eso, lo que uno es y lo que uno puede dar.
Muy agradecidos, ojalá nos volvamos a ver amigos. ¡¡¡Gracias por todo!!

Que lindos locos: Emilio, el "super-Vicente" de barba prominente, Agus, Ulises, Cheché, Carola y abajo Pablito el cordobés.
Recorriendo el norte de Perú la rusita se “agrandó”, siempre tiene un lugar reservado para nuestros amigos.
Desde que nos conocemos nos dimos cuenta que en el fondo somos muy parecidos. Nos mueven sueños GIGANTES, no por lo imposibles sino por lo increíbles y sentidos que son para nosotros…y nos esforzamos en cada desafío por buscar todo lo que nos proponemos.

                               
No se dan una idea lo mucho que ya los queremos “crotos”, gracias a la vida que nos cruzó en este viaje, gracias a ustedes por cada detalle compartido.


Tantos siglos, tanto mundo, tanto espacio…y COINCIDIR!!!

Felices de coincidir con ustedes, AMIGOS. ¡¡¡Juntos hasta el infinito!!!


Carola y Cheché.


De yapa dejamos un hermoso relato de Eduardo Galeano, tómense cinco minutos, una cerveza o un té y disfrútenlo...




domingo, 1 de junio de 2014

Viviendo la selva desde adentro. Iquitos, Perú.

Acompañá esta entrada con Las Pastillas del Abuelo, "¿Qué hago esperando un puto as?"...


Del puerto Yurimaguas hacia Iquitos...


Llegamos al puerto donde tenemos que partir hacia Iquitos. Nos topamos con personas que suben mercaderías, otras que caminan apurados para reservar un lugar en el barco. Mucho movimiento. Apenas entramos nos cobran la entrada de la navegación. Nos acomodamos, alquilando cuatro hamacas para el viaje de ida a uno de los tantos vendedores que están ofreciendo. La humedad y el calor de la selva se empiezan a sentir demasiado. El barco es abierto en los costados, para favorecer que el vientito corra y se sienta menos...Igual será toda una experiencia increíble dormir en estas hamacas durante tres noches navegando por dos ríos, hasta la confluencia con el Amazonas.
Cae la tarde y el barco sigue parado. No sabemos por qué no sale todavía si nos dijeron a las 5 de la tarde estamos partiendo. Vamos a peguntar y nos dicen que hasta que no se complete la capacidad máxima de personas y de cargas, el barco no sale...Nos aclara que podemos pasar la noche ahí hasta que salgamos. Así fue que pasamos la primer noche durmiendo en las hamacas con el barco quieto.
Al día siguiente finalmente el barco empieza a navegar por el ancho río...


los movimientos en el puerto antes de salir
cargamento de mercaderías
la vista desde las hamacas
El sol se va a descansar hasta mañana y se esconde detrás de las nubes pomposas mientras sentado en la parte trasera del barco (nunca aprendí si es la proa o la popa) admiro este paraíso de agua dulce. De frente hay selva, a los costados selva, atrás selva. Bien espesa, densa. No se ve ni un metro adentro de la orilla y si bien el paisaje es bastante monótono desde que salimos, a mi no me aburre en nada. Quizás porque vengo de la llanura sin un puto accidente geográfico, no sé. El barco, nuestro crucero, va repleto de gente y de cosas. Arroz, maíz y azúcar como la principal carga (dieta fundamental de los peruanos), mangos, autos, herramientas. En cada pueblo o caserío el barco para a recoger gente y carga. Siempre fui malo calculando la cantidad de personas pero debemos ser unas trescientas. La mayoría durmiendo en hamacas a las cuales todavía no les encuentro posición para dormir cuatro horas seguidas.



selva densa a los costados, agua y cielos increíbles

las hamacas superpuestas colgadas a lo largo de todo el barco
Así navegamos por el río Ucayali...




Sigo viendo el señor sol marcharse y su reflejo casi perfecto en el agua. Una mujer baña a su hijo (las duchas son de agua de río) y lo insulta en un idioma un tanto raro “¡¡dale, dale. enjuagate esa cabeza, dale!!”. Acá en la selva hablan una mezcla de jujeño, cordobés mal imitado y brasilero. Se les entiende la mitad de las cosas hasta que te acostumbrás. 


algunas leyendas en los baños tapados...
A mi lado una señorita lucha contra su cuerpo y extirpa uno a uno los canutos de su barbilla, a mi izquierda se para un muchacho al parecer salido de un videoclip reguetonero con su musculoca apretada, sus músculos a punto de explotar, una cadena simil oro al cuello y ¡CRISTIAN CASTRO! a fondo en el celular. Lo miro feo de a ratos para que se vaya a escuchar eso a otra parte y ni siquiera me registra. Gracias a la vida, al rato viene un amigo a buscarlo y se va escuchando y tarareando su “música”. 

leemos, charlamos y escuchamos un mundo de historias desde las hamacas...
Carola y Agus matan un poco el tiempo tejiendo muñecos al crochet, avanzando para probar suerte en las ventas cuando lleguemos a Iquitos.

haciendo artesanías en medio de este hermoso paisaje
Camino a Iquitos vamos parando en muchos pueblitos, nos arrimamos a las orillas y el barco deja la mercadería que le corresponde a cada población. Es todo un espectáculo ver esto, las personas se empiezan a asomar curiosos desde las viviendas, se juntan todos y esperan que el barco se detenga. Todos colaboran para recoger la mercadería. Adultos y niños ayudan por igual. Todo un trabajo en equipo admirable.

llegando a las poblaciones

                               
                         

                                      
                                  
niños jugando cerca del río
                        
Aunque llueva y se inunde la selva, siempre esperan la llegada del barco...


                                 

familias que se asoman con la llegada del barco...

Después de tres días de navegación ya hacemos amigas de hamacas vecinas, de tantas horas compartidas, sentimos que nos conocemos de hace mucho más tiempo que estos días...


amigas de hamacas vecinas

ya queremos bajar, ¡¡¡demasiado calor!!!

IQUITOS



Llegamos a Iquitos después de tres días de navegación por los ríos Ucayali y Amazonas. La primera impresión de la ciudad al llegar al puerto Masusa es chocante: mucha mugre por todos lados, perros escuálidos rompiendo bolsas para comer, gente ofreciendo mercaderías de todo tipo, mujeres, hombre y niños yendo y viniendo con muchos bolsos por todos lados. Mototaxis, mototaxis y mototaxis. Pienso, en ese momento titular a la entrada del blog “La India sudaca”.


carteles para extranjeros: "PLEASE NOT ESMOKING"
Iquitos se encuentra en medio del Amazonas, sólo se llega por navegación a la ciudad o transporte aéreo, como no hay rutas, es por eso que hay muchas mototaxis como movilidad en vez de autos que se ven muy pocos.



Un caos la cantidad de mototaxis que hay en la entrada de Iquitos...






Agus y Ulises viajando en mototaxi...
La segunda impresión es aún peor al llegar a nuestro “hospedaje”: la casa de Susana. Llegamos a ella por un amigo de un amigo como muchas veces en este viaje. Habíamos quedado en que íbamos a pasar unos días ahí. Una vez llegados a Iquitos hablamos por teléfono con ella que nos ofreció ir a ver la pieza para ver si nos gustaba. Logramos encontrar su casa después de varias vueltas en mototaxi en un barrio alejado que no recuerdo el nombre. Ella nos esperaba sentada en su reposera. Su cara era una piedra, apenas pudimos distinguir si tenía boca por lo tiesa que estaba cuando nos recibió.

Después del “hola” tímido y obligado siguió con una catarata de mala onda pocas veces presenciada en el viaje. “Yo los esperaba hace unos días chicos, ahora estoy arreglando la pieza” empezó, “ahí guardo las motos y yo no los conozco a ustedes. Perdonen pero soy medio desconfiada” siguió. Era la tardecita y se nos complicaba salir a buscar algo para dormir sino salía corriendo de ahí al instante. Al final remató algo enojada, “que sean solo tres noches chicos, por favor” y nos abrió la puerta del lugar que tenia para nosotros.
Era un gallinero. La pieza era un gallinero. Literalmente. Entre medio de pollos, pollitos y gallos. Piso e’ tierra. “Allá en el fondo hay un baño si quieren”, avisó. “Se pueden bañar con un tarro que hay ahí nomas junto a la canilla”. El baño no tenía puerta. Sospechamos que dentro de su casa tenía otro baño que no quería compartir. Cuando nos fuimos a buscar algo al almacén, no nos dejó ni siquiera dejar las mochilas con las computadoras dentro de su casa. 



el espacio "gallinero" donde dormimos...
era el espacio donde el marido guardaba su mototaxi y sus herramientas

el garage donde pusimos las bolsas de dormir y el gallinero al fondo
parecía una ferretería de barrio con un montón de figuras de mujeres pegadas en los ladrillos
A la noche tuvimos la “suerte” de conocer a su marido que viendo la actitud poco amable de su mujer quiso reivindicarse. Vale anticipar que el hombre estaba entrado en copas. “mañana vamos a recorrer toooodooo Iquitos”, nos dijo. “los llevo en mi mototaxi”. Esto lo repitió unas diecisiete veces antes de que al fin se fue a dormir. A la mañana siguiente nos saludó, agarro su mototaxi y se fue sin ofrecernos nada. A Susana, su mujer, la vimos cuando fue a dar de comer a las gallinas. “Buen día”, nos dijo. Todas las palabras que les escuchamos decir en la jornada.

las gallinas curiosas se acercaban a nuestras bolsas de dormir...
Nos costó dormir esa noche, un poco entre risas de la situación e indignados a la vez...el sueño nos venció. Pensando que las gallinas con nosotros ahí no se acercarían en la noche. Nos olvidamos que son muy curiosas, ellas querían ver que hacíamos nosotros allí. Ulises se despierta en medio de la noche y ve que todas las gallinas estaban a nuestro alrededor caminando...
Y en la mañana Cheché se despierta con una gallina arriba de su cabeza subiendo...

Ojalá todo el mundo se atreviera o tuviera la posibilidad de ser nómade al menos un año de su vida. El mundo iría con otro andar, más relajado, con menos nerviosismo. 

La escasez o carencia de algunas cosas te hacen valorar más todo lo que logras o lo que dejás atrás. Hay que saborear un poco la mierda para sentirle el verdadero sabor al dulce de leche. Un baño caliente, un plato de comida casera, un poco de electricidad para la computadora, ropa con olor a suavizante son casi lujos a esta altura del viaje.

Convivir con decenas de familias te hace analizar lo que querés para vos y lo que ni siquiera pensás ejecutar. El ojo clínico, la intuición se te va agudizando con las diferentes personas. Gente maravillosa que querés llevarte con vos, gente indeseable que no querés volver a ver. En sólo seis meses me di cuenta, confirmé, algo tan esencial como que amo a mi familia y a mis amigos más que nunca. Sé también que a la vuelta los voy a disfrutar mucho. Ellos no son perfectos ni tampoco quiero que lo sean, solo agradezco a la vida lo “normales” que son.

Hay dos caminos ante estas circunstancias poco deseosas. Una, agarrarse la mayor de las broncas, morirse de rabia y no entender porque existe gente de esa calaña y otra tomar toda esa impotencia y usarla para fortalecer los lazos que uno formó. Darle valor a esos sentimientos que se riegan día a día.

Me puse medio filosófico pero que se entienda, el tema no era el gallinero, ni dormir en piso de tierra. Eso es lo de menos. Que no se confunda. Hemos dormido en lugares peores. El epicentro de nuestra bronca fue la mala onda de esta mujer y la desconfianza que nos tiró encima. Nos hizo sentir los peores comegratis.

Estamos en Iquitos y ahora queremos ver animales salvajes, jaguares, monos, cocodrilos sueltos, tucanes. Estamos excitados por ver que nos ofrece esta ciudad.

Yendo a información turística y escuchando a unos de los tantos operadores turísticos que te secan el cerebro ofreciéndote excursiones nos enteramos que el río Amazonas fue declarado maravilla del mundo. Con este galardón, las agencias turísticas aprovechan en subir los precios a niveles casi imposibles para un sudamericano medio. Los precios para ver un animal en su hábitat natural silvestre rondan los doscientos soles diarios (unos 70 dólares). El ingresar a la reserva unos cien más. Aparte de esta reserva (que sería la verdadera selva amazónica virgen) hay varias excursiones más que explotan estos tipos que podrían vender tranquilamente hasta a su madre. Los tours constan de dos a tres días en bungalows súper acomodados en medio de la selva, pescando pirañas, tomando fotos con animales adormecidos en un zoológico, bailando como un idiota con unos aborígenes recién pintados y disfrazados, escupiendo con una cerbatana, viendo los mismos delfines rosados que vimos desde el barco y si aportás cien solcitos más, te dan una ceremonia de ayahuasca con un chaman de 120 años súper especializado.

Nos pareció todo extremadamente comercial, aparte de que nuestros bolsillos flacos se asustaron un poco. Las demás alternativas, esas que uno puede hacer por cuenta propia se trataban de ver animales cautivos, zoológicos y demás actividades que no nos gustaban. Todo una mentira. Es este sentido nos defraudó Iquitos.

Mercado de Belén


caminando por el mercado...
buitres esperando un pedazo de carne
Mientras decidíamos que hacer, visitamos el famoso mercado de Belén. Unos de los más bizarros y poco higiénicos del mundo me atrevería a arriesgar. Ningún puesto está sectorizado , esto es que puede haber un puesto de bananas, al lado uno de lencería junto con pirañas y colindante otro de carne de cocodrilo. El piso esta inundado de una mezcla de sangre de animales, agua de origen dudoso, tierra, alguna que otra meada y vaya a saber que más. El vaho a humedad por el intenso calor y todos los olores de las carnes sin cadena de frío hace el ambiente, por momentos, irrespirable. Los puestos son bien bajitos, de chapa y adornados en su plenitud con telarañas.

toldos de mercaderías desordenados
                    
                         
                   

Carne de tortugas y bananas
                     
cualquier bicho que encuentran lo tiran a la parrilla
                          
                           
Video del mercado de Belén



                            
                            
                            
Dentro de los animales que ponen a la venta para comer, hay unos gusanos que se llaman "suri", los tienen en palanganas con aserrín vivos, luego los lavan y los ponen en la parrilla. Los venden tipo "brochets". Probamos unos al estilo "Marley".

Suri: gusanos asados.
La experiencia de Cheché comiendo gusanos...


fruta típica de la selva: el aguaje.
                         
carnicería al aire libre...cada uno en la suya...
Decidimos visitar Pilpintiwasi

Un centro de recuperación de animales en cautiverio. Ellos cuentan con monos, jaguares, guacamayos, coaties. Todos rescatados del tráfico ilegal.
Algunos de ellos, como los monos huapo colorado están libres y otros, como el jaguar, están enjaulados por razones obvias. Cada animal tiene su historia escrita y se puede leer en la jaula de cada uno. La idea del centro de rehabilitación es que todos los animales sean liberados en algún momento. Todo su laburo es a pulmón, el centro se mantiene con el aporte de la entrada de los visitantes, sin ningún aporte estatal.


vamos en barquitos hacia ese centro
monos comiendo mango y chauchas
coaties
monos libres en medio de los árboles
                              
miradas
                        

manitos

             



los monos con los cuidadores del centro
No Flash
el monito más pequeño del mundo, mide aproximadamente 15 centímetros...
Además de la recuperación de animales, cuentan con un mariposario inmenso. El trabajo que dedican a este sector es admirable. Los voluntarios van recolectando los huevos de las mariposas hoja por hoja. Luego los depositan en hueveras especiales a la espera del nacimiento de las larvas. 



En estado salvaje el uno por ciento de estos huevos llegarían a ser mariposas pero con todo este trabajo exhaustivo, los voluntarios logran que completen su proceso del tres al cuatro por ciento de ellas.



larvas de mariposas
              mariposa búho                                
mariposa comiendo mango
También en este plano liberan varias de estas mariposas para que sigan su proceso fuera del mariposario y para que polinicen las diferentes plantas que necesitan de ellas.

                  
                       
                   
                                    
hormiga
verdes brillantes
Punto aparte para el momento más feliz en el recorrido de este centro de rehabilitación: el contacto que hicimos con los monos.
Los voluntarios no te dejan acercarte a más de dos metros por precaución pero si ellos se acercan no hay problema.

siestita
los monos y los voluntarios jugando
He aquí una pequeña dosis del amor que nos ofrecieron nuestros primos monos…

monito atorrante
Ulises conversando con un monito
mimoso...


..." Podíamos hacerle unos mimos si los monos se acercaban a nosotros, sin alterarlos a ellos por nada...Este mono con el qué jugué fue hermoso, estuvo un rato largo así conmigo. A pesar de esto, en un momento llegaron más personas que visitaban este centro y todos querían sacarle fotos y lo alteraron, sin respetar su espacio. El monito se asustó, se levantó de golpe y pasó atrás mío como escapando. En ese momento del susto me muerde la cola. Yo no entendía nada, porque pensé que se molestó con mis caricias o algo. Después lo entendí. Todos se rieron de este momento, y yo también. Pero igual me dolió mucho, esos colmillos duelen. Fue una anécdota graciosa, este momento de relación con los monos igualmente fue único".
                   
acicalandose
Nos contaban allí que los monos como una forma de relacionarse se revisan entre ellos,  parece que "se sacaran los piojitos". Lo hacen por turnos como un código explícito entre ellos, primero le toca a uno, cuando deja de revisar se da vuelta y le toca al compañero. En este video se puede apreciar esta monería...


revisándose entre ellos...
                    
               
                     
                                   
Vamos bordeando el río Ucayali, el clima está agradable y se ha levantado una leve brisa. Un alivio para el calor extremo que estuvo haciendo estos días. La gente va reposando en sus hamacas o sentados leyendo algo, todos haciendo tiempo para la hora del almuerzo. Todos con sus tuppers bajo el brazo esperando el timbre glorioso que nos arrebate el hambre del desayuno de las siete de la mañana. Acá en el barco, como en todo Perú, el arroz y el pollo en exceso no falta. Por ahí se cuela alguna menestra (legumbres) pero es mínima.

Unión de los ríos Marañón y Ucayali, uno es negro y el otro color café. No se mezclan las aguas.
                         
                         
El barco va haciendo escala en su recorrido, pueblos, caseríos costeros lo reciben y los vendedores ambulantes aprovechan para hacerse el manguito diario. Venden desde pescado frito, semillas tostadas, “mascotas”, hasta bebidas, frutas y golosinas (en la mayoría de los casos, como en todo Perú, muchos niños vendiendo). Todos entran gritando sin importar que sea madrugada y los “compradores” estemos todos dormidos.

                          
                   
                               
                           
Alguien en el barco se acerca a mostrarnos la artesanía que aprendió a hacer, hecha en hoja de coco: langosta de la selva.
Anoche nos tocó dormir en el suelo porque las hamacas baratas que compramos nos prensaban la carne como si fuéramos matambres y sus hilos se nos encarnaban en el cuerpo. El ruido del motor que hace vibrar todo el piso, es un anesteciante y te duerme en segundos a pesar de los llantos de los niños que plagaron este barco de vuelta. La gente viaja con muchos niños y más bultos. Pueden llevar consigo desde tortugas, pollitos, monos, hasta un colchón de dos plazas y sus dos mesitas de luz. Si bien la cantidad de equipaje puede llegar a ser molestia para algunos, no es mi caso. Lo que si me rompe las pelotas es el hecho de que la mayoría de los pasajeros use el río como un gran basurero. No importa si es una bolsa pequeña, una botella o gran envoltorio. Ellos lo tiran al río sin ningún pudor.

                             
Volviendo nos encontramos en el barco con este monito víctima del tráfico de animales. Es alevoso la cantidad de animales secuestrados de la selva y puestos a la venta en cualquier parte, en las paradas de colectivos, en mercados, en todos lados.

Él estaba encerrado en una caja en la que apenas cabía. tenia unos mínimos agujeros para respirar y beber un poco de agua. Cuando lo soltaron para que caminara, enseguida vino hacia donde estábamos nosotros. Tomó el brazo de Agustina, subió por el y terminó abrazado al rodete de su pelo en busca del calor de la madre que ya no tiene porque alguien la mató para venderlo como una mascota. Durmió como una hora y media seguida en esa posición sin despertarse, luego nos regaló miles de momentos como éstos...
                           
                      
                          
                       
                           
Recomendamos un relato imperdible de nuestros amigos Agustina y Ulises sobre este hermoso mono y los animales en general. Se titula "Yo" (haciendo clic en la palabra "Yo" se abre el texto de nuestros amigos)

                  
Le dábamos mango que le encantaba, comiendo se enchastraba todo, y luego lo limpiábamos. Lo teníamos como un bebé, todos lo mimábamos.
                  
                         
Un video de nuestro amigo comiendo...


                
                     
subido en la cabeza de Cheché parecía que leía lo que iba escribiendo...¡¡¡todo un personaje!!!
Seguía buscando calor en las cabezas, también se subió a la de Carola a dormir otro ratito
Mas allá de la raza humana que siempre quiere ser protagonista en todos lados, el viaje en barco navegando por tres días esta selva gigante es único. Ver bañarse al sol en el ancho río, ver los naranjas, amarillos y ocres que forma al desaparecer. La danza de los delfines rosados al compás del barco, el canto de los pájaros al amanecer, la fusión de los ríos al avanzar nuestra nave no tiene precio.

                          
                       
A pesar de sus contradicciones haber vivido la selva desde adentro es una experiencia que nunca vamos a olvidar.

Carola y Cheché.