viernes, 8 de mayo de 2015

Estrategia para “cruzar el charco” de Colombia a Panamá.

Acompañá esta entrada con el tema "Para verte gambetear" de la Guardia Hereje. La locura mundialista la vivimos en Colombia. Acá un homenaje a nuestro Diego Maradona.


Estoy manejando rumbo a Cartagena y veo que hay unos policías parando el tránsito. La rusa está calentando mucho y estamos tratando de bajarle la temperatura del agua. Siempre que nos detenemos, encima sube un poco más. Nos hacen señas de que paremos. El policía nos saluda y yo estoy tan concentrada en el motor, que lo miro y le digo “hola si, ¿qué pasa?”, “para un poquito”, le dice Cheché mientras estamos los dos con la cabeza metida en el motor viendo la manera de como bajar la temperatura. Nos pide el carnet de conducir y empieza a mirar la rusa con curiosidad. Cheché que venía tejiendo, tiene una bolsa llena de lanas y unas agujas en la mano. Nos hace varias preguntas del viaje, nosotros creemos que está como buscando algo porque es una pregunta tras otra, como si quisiera encontrar algo para sacarnos dinero. Nos adelantamos contándole brevemente que hace un par de meses salimos, que estamos tejiendo muñecos para costearnos los gastos, como una de las tantas opciones de trabajo. Se da cuenta del espíritu del viaje, y se le van las “ganas de coimearnos” si en algún momento esa era su intención. Se acercan dos policías más y nos escuchan también atentos. Nos preguntan qué papeles nos piden en cada frontera, y en especial qué nos pidieron en Colombia cuando ingresamos para recorrer el país. Le decimos que hay que presentar los papeles del auto, y un seguro cuando se ingresa y nada más. Ellos parecen enterarse en este momento por sus expresiones, sonríen y nos desean un buen viaje. Hasta ahora nadie nos había pedido ningún documento salvo en las fronteras, si su intención era sacarnos plata, se dieron cuenta de que no contamos con mucho, sino que vamos avanzando paso a paso.

No llegamos a Cartagena de un solo tirón así que paramos en una gasolinera. Este pequeño pueblito al costado del camino se llama Caucacia, acá el calor es extremadamente insoportable. Lo que más deseamos después de todo el día de manejo, es darnos una ducha para sacarnos el calor. Adentro de la combi también es un infierno, la sábana está hirviendo como si la hubieran cocinado. Salimos y nos tiramos agua en la nuca y la cabeza, pero nada nos alivia, la insoportable humedad está tan presente que cuesta respirar. Se arma una tormenta de repente, esas típicas de verano, y pensamos “qué bueno va a refrescar un poco”. La lluvia dura apenas unos minutos, lo suficiente como para levantar el calor de la tierra y volver el aire aún más insoportable. Pensamos en lo que nos espera, ¿en el caribe hará tanto calor así? No sé en qué momento nos desmayamos y logramos dormir apenas unas horas.

En Cartagena tenemos un GRAN OBJETIVO, vamos a enfrentar el desafío del cruce de Colombia a Panamá, quizás éste sea el más grande que tenemos que alcanzar en todo el viaje. Hasta acá llegamos por tierra sin problemas, pero en Colombia ya no se puede seguir sino cruzando los vehículos en barcos. Meses antes de estar acá nos fuimos informando de cómo era la cuestión. La ruta internacional Panamericana se interrumpe en este punto, en realidad el continente sí está unido, pero hay unos setenta kilómetros estimados de área selvática que se la denomina Tapón de Darién donde no se puede acceder. Hasta hoy en día, la selva densa es impenetrable, habiendo varias teorías que llegamos a escuchar por ahí, desde que es una manera de proteger este pulmón verde del planeta, que allí se esconden grupos guerrilleros del narcotráfico, o quizás sea un filtro de los norteamericanos que no quieren flujo de personas hacia el norte. Algunos creen que lo que se cruza es el Canal de Panamá, pero la información es errónea, éste no es el Canal, lo que se cruza de un lado a otro es una porción del mar Caribe. La descripción del Gran Canal la escribiremos en el siguiente post. Sea como sea, no hay otra forma de cruzar la frontera entre estos países que en barco o en avión. Tenemos mucho por hacer en esta ciudad además de conocer, buscar la mejor estrategia para el cruce, conseguir compañera a la rusita para embarcarla, y resolver también nuestro paso hacia “el otro lado del charco”.


callecitas de Cartagena


Cartagena nos recibe con un embotellamiento de largos kilómetros. Todo un aviso de lo que tenía preparado para nosotros la ciudad. Aquí nos espera otro amigo con el que compartimos la maestría, Alejandro. Él vive con su familia, su esposa Diana y su hijo Salvo en una hermosa casa a pocas cuadras de la playa, pasando el aeropuerto. En estos días están en pleno movimiento de mudanza, ya que en unos meses se van a vivir a Bogotá. A pesar de esto, se brindan a recibirnos, el reencuentro es muy emotivo, nos abren las puertas brindándonos una cálida bienvenida. Ellos nos dan un cuarto para nosotros y nos ofrecen dormir con aire acondicionado, contándonos que sino no se puede descansar bien. Aceptamos muy agradecidos, realmente en Cartagena hace muchísimo calor. Es la primera vez en todo el viaje que dormimos con esta comodidad.


Casa donde viven Ale, Diana y Salvo
Los primeros días nos la pasamos golpeando puertas, vamos por las navieras contando nuestra historia, averiguando todos los trámites necesarios para el cruce. Sólo encontramos precios, muy altos por cierto. Todos ellos exceden los pocos ahorros que nos quedan. 
Vamos hacia el único gestor que conocemos hasta el momento, una empresa que se llama Enlace Caribe. Encontramos un tipo que nos habla echado para atrás con una mirada poco amigable que se acentúa cuando le comunicamos que todavía no tenemos el dinero. Él nos cotizó el contenedor en un valor de 2.200 dólares. Si encontramos con quién compartirlo, el valor es de 1.100 dólares por cada vehículo.

Zona portuaria
El taxista que nos lleva nos da un dato más y nos ilusionamos con que eso pueda ayudarnos. Caminamos por varias horas hasta dar con la dirección pero nunca la encontramos (en Cartagena no hay direcciones en realidad y nadie sabe ubicarte a menos que tengas una referencia de algún edificio). Finalmente logramos dar a su teléfono y quedamos en encontrarnos al día siguiente. Recorremos un par de gestores más con la ilusión de encontrar alguien más humano. Tuvimos la sensación de encontrarlo cuando dimos con un alemán llamado Manfred. En la primera reunión pareció entender nuestra situación y parecía que habíamos dado con el hombre indicado. Nos dice que el cobra 1.350 dólares por nuestro carro pero que entiende nuestra realidad y nos quiere ayudar. Por primera vez sentimos que alguien nos puede ayudar. Nos ofrece el dato de una amiga que nos podría cruzar por 500 dólares en un barco. Cuando hablamos con ella nos pasa el módico precio de 1.500 dólares, incluso más caro que el contenedor. Caminamos hacia una, dos y tres agencias navieras y recibimos otro cachetazo a nuestra ilusión. Ninguna ofrece una alternativa más barata. Vamos un rato al centro a intentar vender algunas artesanías, pero no tenemos suerte y ese día no vendemos nada. Aprovechamos la vuelta a casa para enviarle un email a Manfred y comentarle los precios que su amiga nos había pasado.
Él nos contesta y nos da las indicaciones de que ofrezcamos 500 dólares, que le digamos a su amiga que en Argentina hay crisis y que no es posible para nosotros sacar más de 500 dólares de un cajero. Que ofrezcamos eso y que él le iba a hablar. Mientras esperamos vamos al centro, conocemos muchos artesanos que están en la misma que nosotros y nos instalamos a vender frente a la catedral de la ciudad. Segundo día de no ventas.
A los días Manfred, nuestra esperanza, se derrumba y nos dice que 500 dólares ya no es posible que esa posibilidad era antes y que ahora ya no cierran esos números. Con los días toda su ayuda terminó siendo totalmente obsoleta y los datos excelentes que creíamos tener no eran tal. Desde entonces y por el próximo mes intercambiamos emails que no llegaron a nada. Su presupuesto terminó siendo mucho mayor que el del primer hombre poco amable.

Visto y considerando que la solidaridad no es afecta a estas partes del continente, empezamos a buscar trabajo para cubrir los gastos del cruce. Fuimos a restaurantes, bares, hoteles hasta locales de ropa. En algunos dejamos curriculums que acá le dicen hojas de vida y en otros sólo nuestros datos. 
La segunda opción fue nuestras manos. Empezamos “parchando” (entiéndase ir a vender o algo así) en el centro. Como los dos primeros días no le vendimos nada a nadie y no causamos mucho interés, decidimos probar con otra cosa. Nos levantamos temprano, horneamos unos panes rellenos y vamos a venderlos a la playa junto con los muñecos y las agendas. Vamos en bicicleta para empezar a economizar la vuelta. Hay mucha competencia pero logramos vender dos muñecos, una agenda y comemos panes cuatro días seguidos.

Vista del Barrio Bocagrande donde están las playas accesibles
las bicicletas son nuestra movilidad todos los días
Seguimos intentando nuevas estrategias. Los días siguientes vamos a vender nuevamente a la playa pero esta vez sólo los muñecos de crochet. Una de las pocas personas que nos escuchó diez segundos nos compra el primer muñeco, rebajadísimo por cierto, pero al fin logramos vender algo. Seguimos ofreciendo además nuestras agendas. La venta en Cartagena es bastante dura porque hay vendedores hasta arriba de las palmeras. Debe haber diez por metro cuadrado sin exagerar. Están los que venden copa de camarones, los de los lentes, hay viejas con baldecitos llenos de agua que te hacen masajes. Hay negras disfrazadas que venden frutas en sus carros, hasta hay grupo de músicos que le tocan a la gente a tres centímetros de distancia los insoportables ballenatos o alguna cumbia colombiana mientras la gente que pago el servicio baila o simplemente los mira con sus lentes de sol. Por todo este exceso de vendedores la gente la mayoría de las veces te ignora o simplemente responde un “gracias” mirando hacia otro lado. En total ese primer día vendimos como tres muñecos, todos ellos a precio por debajo de lo que pedíamos pero no nos importaba, queríamos romper el hielo.


                       
techados coloniales
Vamos a entregar un currículum a una pizzería que nos pasaron el dato y en el camino encontramos a uno de los artesanos que conocimos en el centro. Nos dice que nos pongamos a vender con él. Bocagrande es el barrio donde están los grandes hoteles y las playas, alejado del centro histórico. Nos cuenta que allí se vende mejor, que hay más movimiento de gente local que valora más la artesanía y no de turismo internacional. Nos instalamos y a la media hora se larga una lluvia torrencial sin poder vender nada. Nos volvemos a casa de Alejandro en bici, con viento en contra, como casi todos las noches.


playas de Bocagrande
hermosos atardeceres
Los días siguientes vamos a vender nuevamente allí y nos empieza a ir bien. Nos ubicamos en la esquina al frente del Casino, que es donde están otros artesanos con sus puestitos o tendidos en el suelo. Mucha gente pasa caminando, presiento que nadie nos ve, estamos acá abajito en el suelo sentados tejiendo. Seguimos a la espera de que nos llamen de la pizzería y analizamos a la vez lo que nos ofrecen; el pago por todo un día de trabajo es lo mismo que ganamos vendiendo sólo un muñeco. Así que estamos pensando que vamos a volcarnos a nuestra creatividad, confiar en lo que sabemos hacer, mirar para adentro y sacar lo mejor de nosotros en este momento que tanto lo necesitamos. Además así tenemos la libertad de movernos con nuestros tiempos. Nuestra amiga Agustina nos enseñó a hacer estos muñequitos al crochet y creemos que puede ser una buena estrategia “vender algo diferente” a todo lo que ofrecen en esta ciudad. Ese día logramos vender como siete muñecos y nos entusiasmamos mucho, motivo que nos da fuerzas para seguir trabajando por nuestra cuenta. En nuestra bitácora para motivarnos, todas las noches al volver de las ventas vamos anotando lo que vendemos, para saber cuánto hicimos y cuánto nos falta para cumplir con nuestro objetivo.

                    
                         
                   
                        
                          
                   
                 
Al ver que el día anterior habíamos vendido bien, una buena artesana compañera del puesto llama a la policía ofreciéndole una coima para asustarnos y sacarnos de ahí. A los pocos minutos cae el policía a sacarnos. Todos los artesanos viajeros tenemos que irnos mientras que los demás pueden quedarse. Cuando nos enteramos de esto me saco y la inundo de todos los epítetos habidos y por haber. Carola intenta calmarme me dice que me tranquilice, que no tiene sentido. Nos vamos muy nerviosos por la situación de mierda hasta el centro en donde logramos vender algunos muñecos. 

Volvemos a parchar al centro, pero esta vez en otra calle, ya que donde lo hacíamos antes no es posible porque instalaron carpas para una fiesta. Vamos a la callecita peatonal y apenas con luz logramos vender algo.


               
En los días siguientes llega un policía adonde estamos vendiendo, nos dice que nos vayamos de ahí porque no es posible vender, que nosotros estemos invadiendo la vereda pública, nos pide que saquemos un permiso en la municipalidad, que enterados por otros artesanos no estaban otorgando más. Oh casualidad, el señor que vende gorros delante nuestro ni se inmuta y ni siquiera le dicen nada, sin otro remedio nos vamos a otra calle a probar suerte que no encontramos. 

                
Coincidimos que el turismo internacional coqueto vestido de túnicas blancas de la ciudad amurallada no es nuestro público y volvemos a Bocagrande, el lugar donde nos echaron la primera vez. Nos instalamos en otra parte, frente a un casino. Pasa una hora hasta que viene la policía y nos echa porque los dueños del casino se habían quejado. Sin otra alternativa a la vista nos vamos donde estaban los artesanos mala onda. Ahí mismo una de las artesanas “buena onda” nos dice que nos estaba buscando una chica para que le tejamos un amigurumi especial. Con una gran alegría aprovechamos y ya nos instalamos ahí a la espera del encargo y además logramos vender algo. Vamos tejiendo el encargo que es un policía de grandes proporciones. Casi el doble del tamaño que hacemos. Cuando lo entregamos, le preguntamos si le gusta y nos dice “ayyy quedaría mejor con unas pestañas”. Le explicamos que se veía mejor así y ella insiste. Le bordamos las pestañas y cuando vuelve a buscarlo nos dice “ay queda medio gay, mejor sacáselas”, como si fuera algo tan simple bordar y borrar al segundo. Igual lo hacemos, pero aprendiendo que el cliente siempre te pide alguna cosita más, y si le prestás mucha atención te vuelve loco. A los encargos vamos a cobrarlos antes y lo hacemos nosotros como sabemos.

Encargo de policía de grandes proporciones
Seguimos bicicleteando todos los días 25 kilómetros ida y vuelta hasta Bocagrande sin ningún inconveniente hasta el momento. Los primeros días cuesta un poco, más cuando hay viento en contra que viene del mar. Pero ya nos acostumbramos, es el momento del día para activarnos y mover un poco el cuerpo.
Buscando otra estrategia distinta y viendo que quizás podemos recibir ayuda, decidimos escribir a la fábrica de donde salió nuestra rusita. Armamos un email para la UAZ y se lo enviamos a Ale una amiga de Carola que nos ayuda con la traducción al inglés. Solicitamos ayuda contándoles que estamos realizando un viaje con un vehículo de su empresa, para ver si pudieran patrocinarnos en nuestra travesía. Enviamos el email traducido al inglés junto con unas fotos de la rusita con toda la esperanza y el entusiasmo que alguien nos responda y escuche nuestro pedido.

Mientras tanto sigue nuestra producción a pleno, estamos tejiendo todos los días alrededor de dos muñecos diarios cada uno. Todo un esfuerzo ya que tejer uno solo lleva alrededor de cuatro a cinco horas.

                        
                   
                   
                  
variedad de cactus
                  
                  
                     
En las mañanas vemos los dibujitos con Salvo, nosotros tejemos y él juega con los personajes que vamos terminando. Es bien inteligente y en los cuentos te nombra a todos los animales sin confundirse uno, además le encanta subirse a su escalera y ayudarlo a Cheché mientras cocina.

Salvo jugando con la pantera
cocinando juntos
En la casa siempre están presentes las dos perras Mate y Pola. A Mate la adoptaron en Argentina y la trajeron a Colombia en su regreso y lleva el nombre de “mate” por nuestra bebida bien típica. Pola es colombiana y es la más ansiosa de las dos, ella siempre trae su pelotita de goma para que se la tiremos una, otra vez y otra vez.

Mate
Pola
Ale y Diana siguen embalando cajas y son los momentos de almuerzos donde logramos vernos todos para compartir ricas comidas. Ellos todo el tiempo se interesan en saber cómo van los tramites de las navieras, si conseguimos trabajo y sobre todo nos alientan en meterle mucha energía a los muñecos, afirmando que son originales y pueden venderse bien. Ale con su mirada de artista, nos sugiere que mejoremos la presentación armando una pequeña cajita a cada uno e incluso nos promociona en las redes sociales para que podamos tener más ventas. Esos pequeños gestos los valoramos un montón y nos da ánimos para seguir con nuestro objetivo.

Ale, Diana y Salvo. Gracias por todo lo brindado en su casa
Mari es la mujer que cuida a Salvo y prepara los almuerzos, un día nos deleita con una comida bien típica de la costa: “Mote de queso”. Es una sopa espesa y salada, que se acompaña con aguacate. Exquisita comida, con los días nos encariñamos mucho con ella.

mote con queso
Ya pasó un mes que llegamos a Cartagena y comienza la locura del Mundial. Nos toca vivirlo en Colombia y aquí se vive como una gran fiesta. La gente sale a las calles con la camiseta de la selección y todo se vuelve color amarillo. Hace mucho que este país no jugaba un mundial y están muy revolucionados con su participación. Todos los partidos lo vemos en la casa, alentando y emocionados de ver a Argentina cómo avanza con fuerza. Imaginamos a nuestra gente allá y a todo el país viviendo cada partido con pasión y mucha locura.


Salvo feliz con su camiseta colombiana
Seguimos vendiendo en Bocagrande, todos los días tenemos que aguantar las miradas poco amigables de algunos artesanos presentes. Igualmente el lugar nos da la oportunidad de conocer gente hermosa como Jany, Mario y Martita que todos los días se acercan a ver cómo estamos y a charlar un rato.

Con nuestros artesanos amigos: Mario y Martita
Con Martita y Jani, gracias por todo amigas.
También empezamos a conocer a alguno de los vendedores de la cuadra y a los vecinos que vemos todos los días. Ellos nos brindan su cariño y nos dan gestos llenos de mucho amor y solidaridad. Juan un señor amable y sencillo que trabaja en la parrilla de la esquina, siempre se acerca a charlar un ratito con nosotros y hasta a veces nos comparte su merienda.
En el barrio también conocemos a algunos que viven aquí en la calle. Cuando todos se van por las noches y la ciudad se apaga, ellos en un rincón se quedan a esperar el próximo día. Conocemos a Toto, un gran personaje que se acercó a nosotros y nos brindó su cariño desde que llegamos. Él tiene un puestito en el suelo a unos pasos de nosotros y vende estatuillas de madera y cerámica. Cuando junta una moneda nos compra una gaseosa y nos dice “para mis amigos argentinos, que estén bien aquí en nuestro país”. Aprendemos mucho de él, por circunstancias de la vida está aquí, no tiene mucho material pero él siempre está feliz, con una gran sonrisa dibujada en su cara en todo momento del día. Es rico espiritualmente, nos enseña de simpleza y que la felicidad es una actitud constante.

nuestro humilde paño de artesanías
Nos sentamos en el puestito a trabajar mientras esperamos las ventas. Largamos con los matecitos calientes y sacamos las lanas. El tejer ahí mismo creemos que es una buena estrategia de venta, ya que la gente siempre se detiene. Cada tarde que Cheché se pone a tejer causa mucha curiosidad sobre todo en las mujeres, aquellas que también tejen y hacen manualidades. Se acercan y lo miran asombradas. Y a veces preguntan “¿él también sabe tejer?” Y se quedan largo rato mirándolo y a veces nos compran algún muñeco.
Una abuelita que siempre nos mira allí entre agujas y muchas lanas de colores, se acerca un día a regalarnos unos hilos y unas pulseras que ella había tejido hace un tiempo, y nos dice que quizás todo eso pueda ayudarnos a nosotros para el viaje. 
Estos gestos desinteresados de las personas que vamos cruzando en el camino y que apenas conocemos, nos matan de amor, siempre agradecidos. El viaje te va mostrando esas actitudes muy claras, las personas que empatizan con vos y aquellas que no les interesa y te dan la espalda de alguna manera. De todas formas en la balanza siempre pesa más y nos llevamos el mejor recuerdo de aquellos que nos abrazan con estos gestos tan cálidos. Son momentos que nos hacen sentir de nuevo en casa, en Argentina.

como este barcito bien argento que encontramos dando vueltas por la ciudad
con esa leyenda que circula por ahí: "no tenemos WI-FI, hablen entre ustedes"

Otra tarde llegan nuevamente nuestros amigos policías e insisten en que nos vayamos. Esta vez avanzan con una actitud algo violenta, queriendo arrebatar la mercadería que tenemos. Alcanzamos a juntar todo en un pañuelo y lo guardamos. Van hacia el puestito de Toto, le dicen lo mismo que a nosotros, pero sabiendo que él vive en la calle, con las artesanías que logra vender come, pero aún así ellos quieren llevarse las cosas. Los demás artesanos sólo miran. Sigue ese trato hasta que Toto se altera y para que no se lleven las cosas, se las rompe contra el suelo. Ellos siguen cara de piedra hablando y haciendo gestos con las manos. Se llevan apenas unas cosas sanas y juntan pedazos de cerámica rotos en el suelo. Queda un gran silencio, no podemos entender que exista este trato con las personas y esa violencia de querer llevarse todo de cualquier manera. El poco entendimiento por parte de la policía con personas que no le hacen daño a nadie, simplemente quiere trabajar. Con viajeros como nosotros que en un rinconcito queremos vender, o con gente que está en la calle, que tiene lo justo, no les importa nada, solo con tener un uniforme creen que se pueden llevar al mundo por delante y hacer lo que quieran. Avanzan con violencia, sin avisar. Así sin duda son odiados por mucha gente y pierden su respeto.



Con todo esto que vivimos, una noche nos sentamos a reflexionar con Cheché en el patio de la casa de Ale. Nos miramos y decimos “¿Qué hacemos?, ¿vamos a cruzar?, ¿Y si no cruzamos y volvemos a Argentina por Venezuela?”. Empezamos a hacernos miles de estas preguntas, viendo todo lo que esta pasando con las ventas, esquivando policías que nos sacan todo el tiempo, el costo tan elevado del cruce, el calor extremo de Cartagena, el no haber un lugar donde estacionar la combi en la ciudad, y la lista sigue… Un poco confundidos y también abatidos por la situación, buscamos una hoja de papel donde anotar opciones y poner las ideas más en claro. Hicimos tres listas: la primera opción era cruzar con la combi hacia Panamá e ir hasta México tal como lo planeamos a la salida; la segunda cruzar pero dejando la combi en Colombia, la tercera era de no cruzar y volver a Argentina haciendo sólo Sudamérica. Fuimos anotando en cada una gastos, tiempos, cosas a favor y en contra de cada opción.
Después de completarla, cada uno dice su opinión, valorando una opción mas que otra, luego planteando alternativas y así un rato, hasta que fuimos llegando a una conclusión. Coincidimos en que más allá de todo ese análisis, nosotros tenemos un SUEÑO, nuestra idea era recorrer desde Argentina hasta México, todos los países latinoamericanos, relacionarnos con su gente y conocer su cultura. Y que esto no tenía por qué arruinar ese sueño, que teníamos que hacer todo lo imposible por cumplir nuestro objetivo. Así tengamos que trabajar más y esforzarnos, teníamos que ser fiel a eso que buscamos, pelearla y aun así si no pudiésemos cruzar, nos quedaría el alivio de saber que lo intentamos. Pero rendirnos sin intentar todo lo que esté a nuestro alcance, no podíamos permitirlo. Cuando entre los dos terminamos de decir todo esto, reafirmamos nuestro viaje, nuestro sueño y fue una manera de concretar por qué estábamos haciendo todo esto, el sentido. Cerramos la charla con una frase que abre muchas posibilidades: “andá a saber cuántas cosas buenas nos esperan del otro lado y qué gente linda vamos a conocer”
Nos abrazamos y dijimos “vamos para adelante”.

un abrazo bien fuerte en momentos como éste, te renueva las energías para seguir adelante

Nuestra búsqueda por alguna alternativa más económica sigue. Buscamos información sobre algún viajero que haya cruzado por Turbo con auto y no encontramos nada. Las horas y horas de búsqueda resultan infructuosas. La fábrica UAZ sigue aun sin responder, como no tenemos internet en donde estamos parando vamos todos los días a revisar al locutorio si hay novedades. 
Manfred, el alemán, nos contacta por una posibilidad que tiene para nosotros. Ha logrado reunir una camioneta y una moto y nos pregunta si quisiéramos ser parte del cruce. El costo es de unos 1.200 dólares. El precio no nos cierra. Le preguntamos algunas dudas que no nos cierran y nos contesta cualquier cosa así que desistimos de su opción.

                    
Nos tomamos un tiempo para ir a caminar la ciudad y relajarnos un poco, por algún lado vamos a conseguir lo del cruce, pero necesitamos seguir con buena energía. Nos sentamos en la plaza a tomar un poco de agua. Pensamos encontrar un “bebedero” pero no hay ninguno, impensado en una ciudad de tanto calor. Sólo venden miles de bolsitas de agua y botellas. Nos refugiamos en una sombra, al frente hay dos señores charlando. Nos escuchan hablar y nos preguntan de dónde somos. Ellos son colombianos, charlamos un buen rato y cuando se van, se acerca uno de ellos y nos dice: “Tomen esto para el viaje” y nos entrega un billete doblado. No queremos aceptarlo, pero ellos insisten. Viendo su amabilidad y su buena intención, se lo agradecemos mucho. Quedamos en silencio mirándonos. Ya nos había pasado algunas veces más en el viaje, pero siempre que sucede nos llena de emoción. Se detiene pasados unos minutos un vecino de Bocagrande para saludarnos. Es un personaje que siempre se acerca un ratito a charlar a nuestro puesto. Nos dice: “también quiero colaborar con su viaje, pero no tengo demasiado dinero”, nos da ternura sus palabras y le decimos que no hace falta. Y también insiste y nos entrega un bollito de billetes que guardamos y agradecemos con mucho cariño. Dos gestos que nos dejaron sin palabras, no es lo monetario lo que importa, sino lo que nos acerca como seres humanos, sentir esa empatía por el otro, el interés y el apoyo. Estos gestos nos confirman que es posible seguir confiando en las personas y mirar a los ojos.

los sombreros son indispensables en esta ciudad a pleno sol
típicos sombreros cartageneros
Me pierdo por las calles a tomar algunas fotografías. Dentro de las murallas todo parece un cuento, los balcones coloniales se asoman mostrando huellas de una época, las sombras denotan líneas bien marcadas por el sol rajante del mediodía. Encuentro la gran muralla que se alza poderosa frente al mar. Imagino cuántas historias hubo detrás de estos muros en la época de Cartagena de Indias en todo su esplendor. Los huecos de la gran muralla servían para espiar si llegaba algún barco a querer tomar la ciudad; hoy en día la gente se sienta a leer, compartir una charla, un beso o un café en estas ventanitas.


Ciudad Amurallada

un sector de las murallas con la gran torre reloj
arcadas de enormes espesores
gran plaza con galerías
ofrecen paseos en carruajes dentro de la ciudad amurallada, recreando un paseo colonial




                
dulces caseros y riquísimas cocadas
iglesias y cafecitos
cartageneras con sus frutas
tejidos típicos de Cartagena
callecitas
                
herrajes
                    
Cúpula de la Catedral
Fachada de la Catedral
Mural que dejó una estatua humana al frente de la Catedral
                        
               

La Gran Muralla

La gran muralla divide a la ciudad colonial de otros barrios más modernos de Cartagena.

borde de la gran muralla
             
ingresos por la muralla
pequeñas ventanas
               
                  
huequitos para espiar al mar
                   
              

Getsemaní 



Este barrio se encuentra apenas pasas las murallas. Se conservan las casas coloniales de muchos colores. El tiempo se detiene aquí para contar en cada detalle una historia.

viviendas y comercios
cartelerías
Teatros
                   
hermosos murales urbanos
                     
visitamos a CASA 25-25, hostel de Jani y su novio

La suerte cambia mucho para nosotros, estamos vendiendo bien en el paño ya que es vacaciones de los niños en las escuelas y están paseando con sus familias por Cartagena. Aprovechando esta ventaja hacemos nuevos personajes que pensamos pueden venderse bien, algunos del momento y otros clásicos para los “niños adultos”. Así es que nacen: los minions, la pantera rosa, los pitufos, la serie del chavo, chilindrina, chapulín…


El Chavo y Don Ramón
la hermosa Chilindrina
Woody, protagonista de la película "Toy Story"
Los Minions, de la película "Mi villano Favorito"
Koala que aprende a tejer Diana
Los amigurumis tienen el objetivo de mantener vivo al niño que cada uno lleva adentro, de incentivar su imaginación y creatividad. Es por eso que con cada personaje se genera “un vínculo”, ya que ellos le proveen energía a quién los tiene. Siempre decimos que estos muñecos son para niños de 0 a 99 años.

Día a día estos muñecos van tomando vida propia, pareciera que se mueven y hasta nos sonríen. Nos hacen compañía, sentimos su energía. Es tanto el amor que les ponemos que es difícil desprenderse de ellos, nunca salen iguales, y son todos especiales. Cuando las personas los miran y eligen a uno, por dentro uno siente una angustia por no querer que se vaya. Más si cuesta bastante trabajo hacerlo, uno hace fuerza para que se lleven cualquiera menos “ese” que tanta dedicación tuvo. Es inevitable el vínculo que hay entre estos pequeñitos llenos de vida y nosotros.

chapulín colorado
Pitufina
Pinocho
                             
En tierra colombiana surge la idea de crear al "Pibe Valderrama"
Otro encargo: Yack

Para nuestra gran satisfacción esos siguientes días vendemos mucho a los adultos, esos niños que siempre llevamos adentro. Paran y vemos esos ojitos iluminarse cuando descubren a sus personajes de la infancia tejidos. Se emocionan, les muestran a sus hijos, a veces ellos no se interesan y los padres super entusiasmados ya tienen en sus manos su preferido y le dicen a sus pequeños, “elijan uno, yo me llevo este”. También nos emociona ver cuándo les ponen a elegir entre algunos muñecos a los niños en los cochecitos, abren los ojos grandotes, eligen uno, lo aprietan bien fuerte y no lo sueltan más. Nos da mucho placer saber que valoran realmente nuestro arte, sabiendo del amor y dedicación que le ponemos a cada muñeco.


Superman
Mafalda
Pantera rosa
la primera Minnie
Snoopy
Kitty
El Principito
Diana se va con Salvo para Bogotá ya que están empezando a mudarse junto con Alejandro a la capital del país. Para despedirla le preparamos canelones con mucha salsa y queso. Nos quedamos en la casa junto con Ale una semana más y después comenzamos a buscar otro lugar donde quedarnos. Nos habían dicho de un tal laguito cerca de Bocagrande para estacionar allí, pero preferimos por el calor agotar todas las instancias de Couchsurfing posibles. Logramos contactar a Casa Transfusionarte, un centro cultural en crecimiento en los suburbios del barrio Nuevo Bosque. Cargamos todo en nuestra camioneta y nos vamos hacia el nuevo hogar. Nos perdemos varias veces, estamos cerca de una hora buscando el lugar y no logramos encontrarlo. Volvemos a llamar por teléfono, nos vienen a buscar y empezamos a instalarnos en la casita.
Casa Transfusionarte nos abre las puertas, nos recibe el Gran Chichan, uno de los dueños de este proyecto que armaron con unos amigos. Alquilan esta casa donde la idea es recibir viajeros, para poder “mostrarles la cultura de Cartagena, de cómo vive la gente en los barrios”. La idea es ir brindando talleres y pequeños eventos culturales. Aunque aún no se ha dictado ninguno, sólo está en marcha las clases de guitarra de Ale, pero muy pocas veces llegan niños a tomarlas.
En la casa hay que ir buscando un lugarcito. Nos acomodamos en los cuartos libres. A cada hora llegan más viajeros, y quizás cuando volvés, tu espacio está ocupado por otro, y nunca sabés si vas a tener lugar donde dormir. De todas formas nos amuchamos, y siempre hay espacio para todos. 

la Casa que recibe viajeros, ¡¡¡armando carpas hasta en el techo!!!
murales
dormitorios
En este barrio no hay mucha vegetación y el calor se hace notar más. Tenés que estar todo el día a un centímetro del ventilador, si te alejás te caen las gotas de transpiración y es insoportable. Los vecinos pasan con paraguas para amortiguar el sol, los vendedores con sus carros venden frutas y helados, los vemos relajados y sentimos que ellos están más acostumbrados a este clima caribeño. Nosotros queremos bañarnos todo el tiempo, pero apenas salimos de la ducha, ya tenemos toda la espalda mojada de nuevo. Se suma a esto, que en la casa donde estamos no hay heladera, para refrescarse un poco hay que buscar cubos de hielos a dos casas vecinas. Desde que lo buscas hasta que llegás a la casa, ya tenés el hielo a la mitad, el calor te derrite el cerebro.

Vista desde la casa hacia el barrio

Pedalear en Cartagena es bastante agotador, nuevamente nos toca pedalear veinticinco kilómetros todos los días. Este nuevo barrio queda bastante lejos de donde vendemos. Ahora además tenemos el pequeño detalle de que el Nuevo Bosque no es un barrio “residencial” como lo había llamado Alejandro sino que es medio peligroso y de noche a veces se complica.

En la casa siempre hay mucho ruido, se arman debates, hay algo de música sonando y unas cuantas risas. Con los días conocemos la cultura de barrio y la vida caribeña en esta casa con diversidad de personas; Pilito nos hace escuchar la “champeta”, una especie de cumbia reguetonera que tiene su baile particular cien por ciento fogoso y caribeño. Nos inundan de palabras entonaditas bien cartageneras: “esto esta chévere”, “¡¡¡oh que chismba!!!”, “bacán”, que bueno que está esto, “papa”; como decir amigo.



Algunas mañanas se juntan los pibes del barrio en la casa y se arman rondas de “raps”, haciendo sonidos con la boca que son admirables. Con los días nos vamos acostumbrando a los personajes que viven aquí.



instrumento metálico tipo tambor

Video de raps de los amigos del barrio



Escapaditas a "matear" en la playa
De los viajeros que fueron llegando a la casa, tuvimos la suerte de coincidir la estadía con dos chilenas hermosas: Sarita y Daniela. Compartimos juntos lindos momentos y sentimos la empatía de conocernos de toda la vida.

Daniela y Sarita
También llegaron unos franceses muy copados: Simon y Marlene y otra pareja de amigos. Ellos están viajando por Sudamérica, se interesaron mucho por nuestro viaje y nos compraron artesanías para colaborar con el sueño.

Con viajeros franceses que compartimos algunos días en la casa
           
Los últimos días que estamos en la casa llegan dos argentinos Caro y Franco. Viajando de mochila también van hasta México. Franco nos deleita con la música de su guitarra criolla, ¡¡¡un gran artista!!! Por fin en la casa hay alguien que conoce bien de melodías. Es muy lindo compartir unos días con ellos.


               
Otra pareja hermosa pudimos conocer es a Adriana y su novio. Ellos vienen bajando en moto desde Mexico y van rumbo a Brasil, están en la dulce espera de una viajera que nacerá en seis meses. En los pocos días que estuvimos compartiendo, Adri me enseña a tejer con chaquiras, técnica muy arraigada en su querido Mexico. 

Adri, su novio y un bebé en camino
Los días que tejemos en la casa, muchos de los que llegan aquí nos hacen algunos encargos y colaboran con nuestro sueño. ¡¡¡Gracias por todo amigos!!!

Catitas de tamaño real
                 
encargo de una cartera Búho
nuestra amiga Rosa haciendo de modelo
Encargo de un "rasta man"
Nuestro amigo Rony con su amigurumi
Justo el último día que estamos en la casa sucede un hecho importante, después de tramitar con una donación, llega una gran heladera a la comunidad. Todos la recibimos como una reina, lástima que no pudimos disfrutarla porque ya nos vamos.

Video del momento que bajan a la reina



todos los pibes recordando este momento de gloria
También pintamos entre todos un hermoso mural "TRANSFUSIONARTE", dejando una linda huella en el barrio.

gran comunidad, amigos latinoamericanos
Los últimos días en Bocagrande tenemos la oportunidad de conocer a Carlos Prada, un gran amigo que nos ayudó muchísimo en los últimos días que estuvimos en la ciudad. Él está interesado en nuestro viaje y nos quiere ayudar de cualquier manera. Su hijo trabaja en la fuerza naval y nos dice que tal vez nos pueda dar una mano en el cruce. Nos entusiasmamos con esta posibilidad y quedamos a la expectativa de ver qué ocurre con todo esto. Todas las tardes se acerca a saludarnos y nos trae siempre alguna comida para nosotros, un día arepas con queso, jugo helado, empanadas. Nos adopta como hijos postizos, y siempre nos repite que admira lo que estamos haciendo. Un viaje así es un sueño que él tiene pendiente para realizar en algún momento de su vida. Lo alentamos de que no lo postergue, que busque el momento y lo haga, nunca es tarde para cumplir los sueños que uno anhela.

                 
En esos días llega la respuesta de la fábrica UAZ, ofreciendo una ayuda de “service” a la camioneta pos si necesitábamos, en una sucursal que hay en Nicaragua. Un poco esquivando una ayuda concreta para este cruce, ni ofrecía enviarnos o depositarnos dinero como quizás hubiésemos imaginado, pero de igual maneras alguien respondió ofreciendo alguna ayuda en nuestra travesía. Descartando la posibilidad de la UAZ, seguimos trabajando para el cruce.

Para ganar tiempo, publicamos en distintas páginas “buscamos compañeros para el cruce”. Recibimos algunas sugerencias de personas que están por llegar a Cartagena, pero ninguna concreta en estas fechas. Seguimos a la espera. A los pocos días recibimos un mensaje de dos viajeros en combi, que están interesados en compartir contenedor. Ellos son una pareja de argentinos: Augusto y Gisela, que viajen hasta México en compañía de su perra Kala, una pitbull adorable. Ellos tienen buena referencia de una empresa naviera llamada “Cargocol” a la que vamos a averiguar. 

Los argentinos con los que compartiremos el cruce hacia Panamá: Gisela y Augusto.
y su adorable Pitbul Kalita
A los días nos llega un mensaje de Wally, un colombiano que viaja en un triciclo, mostrando interés también en compartir contenedor. Lo sumamos pero “virtualmente” ya que aún no llegó a Cartagena, sino que está recorriendo la costa colombiana dando algunas conferencias de su viaje.
Averiguamos nuevamente en Enlace Caribe, le comentamos que somos dos combis y una moto y nos dice que “tiene que revisar los números y nos avisa cuánto es”. Le recordamos el precio que nos pasó semanas atrás y nos mira quizás como pensando interiormente: “a estos argentinos no se les pasa una, quieren fijar el mismo precio y meten cada vez más vehículos al contenedor para abaratar costos”. Nos responde al día siguiente un correo con estos valores: dos combis 2.220 dólares. Dos combis y una moto: 2450 dólares. ¿En dónde nos hacía precio? al contrario cada vez más caro el cruce. 

Desilusionados volvemos a Cargocol a probar suerte ahí nuevamente. Después de ajustar detalles, nos hacen un costo en 2.200 todo el contenedor, que nosotros repartimos en 800 dólares cada combi y 600 dólares para el triciclo.

Las dos combis esperando cruzar pronto
Kalita también espera
En esos días llega Wally, el del triciclo, y viendo los tiempos de embarque que maneja esta naviera, no quiere comprometerse a cruzar con nosotros, ya que él piensa llegar a Alaska antes de que empiece a nevar, su idea era cruzar cuanto antes, no puede retrasarse ni una semana. Sigue averiguando trámites por su cuenta, a él como colombiano le piden más papeles que a un extranjero para el cruce. Él tiene que tramitar su moto como “exportador temporario” y tiene que declarar sus ganancias. Resuelve eso y nos confirma que viaja con nosotros. Empezamos los trámites con esta empresa finalmente, y el tiempo nos dirá que fue un gran error. Será por la falta de experiencia en transportar autos o por su inoperancia para trabajar, pero nos tuvieron a las vueltas.

Lo primero que nos explican es que necesitamos de un poder para autorizar el embarque, llevar los papeles de los vehículos y fotocopiar todo. Con esos papeles ya está todo listo para fijar la fecha de la entrada de las combis al puerto. El procedimiento es el siguiente, el vehículo entra al puerto tres días antes de la salida del barco, allí le hacen un control antinarcótico, se presentan los papeles, y está listo para ingresar al contenedor. El barco sale un día y llega a los dos días a Panamá, una vez en el puerto de destino, hay tiempo para sacar los vehículos del contenedor tres días, contando también el día que llega. Sino empiezan a cobrarte una tarifa por bodegaje, que es un impuesto por permanecer más tiempo en el puerto. 

Mientras esperamos la fecha para ingresar los autos, vamos ganando tiempo en resolver cómo cruzamos nosotros. Hay sólo dos formas: en velero o en avión. En velero navegas por tres o cuatro días y cuesta 550 dólares cada uno, pudiendo encontrar hasta 350. Esto incluye la comida, un espacio para dormir y baño. 
En avión encontramos promociones económicas, con poco equipaje, mucho más baratas que en velero. Vamos a tomar uno de Cartagena a Bogotá y otro de Bogotá a ciudad de Panamá todo a un tercio de precio del velero.

La empresa naviera confirma la fecha de embarque para el jueves 7 de agosto, con eso fijo, compramos los vuelos en avión, coordinando los días exactos para llegar, buscar la combi, todo en la fecha permitida sin pagar bodegaje.
El sábado 2 de agosto la chica de la empresa nos envía un simple “whatsapp” diciéndonos que no podía ser el embarque el 7 que la empresa se había demorado, si podía ser el domingo 10. Le dijimos que no, porque nosotros ya no estaríamos en Cartagena, nuestro vuelo salía el viernes 8 hacia Bogotá. No tendríamos como llevar la combi al puerto. Proponen que la dejemos estacionadas afuera de la empresa, que ellas las llevaban al puerto y hacían todo. Le decimos que no, que preferimos irnos con la combi lista en el puerto. 
Ajustan la fecha y nos avisan que el lunes 4 ingresemos las combis al puerto. Ahí estábamos a las 15hs en la fila esperando. Te exigen ingresar sólo una persona con el vehículo, con pantalones largos y zapato cerrado. Toda una locura de calor para Cartagena y un protocolo del puerto. En la espera Wally propone hacer una foto con nosotros y los autos, nos hace levantar los brazos mostrando la felicidad del cruce, pero nosotros estamos estamos más a la espera de lo que pueda pasar.

Wally se autoretrata mientras nosotros esperamos
abriendo los brazos por la felicidad del cruce. FALSA ALARMA: tenemos que volver al siguiente día.
Después de una hora nos avisan que no hay ninguna autorización por parte de la empresa para ingresar al puerto, que esperemos. Llega la dueña de Cargocol, habla con ellos y no hay caso, falsa alarma hoy no podemos entrar al puerto. Nos dice que mañana a primera hora estemos en la empresa para ver la hora que haríamos el ingreso. Nos vamos cansados de tantas vueltas para volver al siguiente día. Esa misma noche nos envían otro mensaje por el teléfono diciendo “No va a ser posible el ingreso al puerto mañana, disculpen” . Con tan poca seriedad de la empresa y con los tiempos jugados, decidimos ir de cualquier forma al siguiente día. 
Llegamos todos enojados y reclamando que los tiempos debían cumplirlos ya que todos teníamos resuelto como viajar hacia Panamá esos días, que como sea hoy ingresábamos las combis al puerto. Ellas decían que no se pudieron ingresar los papeles, que podíamos ingresar antes de las 3 de la tarde, si es que alguien del puerto le autorizaba ese paso. Pasada esa hora, ya teníamos que pagar 200.000 colombianos más, que son 100 dólares por gastos administrativos de no se qué. Hasta el último minuto sentimos que especulan todo el tiempo para sacarte más plata, como ya estás en esa situación y necesitas cruzar, ellos intentan sacar más dinero. Le dijimos que no íbamos a poner ni un centavo más que el precio estuvo fijado desde el principio.
Nos quedamos esperando todos en la oficina que alguien llame desde puerto para darle el acceso a la empresa. Mientras Wally que va filmando muchas cosas durante su viaje, le hace una mini entrevista a una de ellas, pidiéndole que le explique todo lo sucedido. Se lo lleva grabado y al menos pasamos un momento de distracción en la larga espera. Como ellas ya tenían planeado, se hicieron las tres y nadie llamo, cuestión que había que pagar esos cien dólares de más. Le dijimos que nos íbamos al puerto a ingresar los autos, que no íbamos a pagar si la empresa se equivocó en alguna gestión, que ellos saquen el dinero que les pagamos y de ahí cubran esos gastos imprevistos. Así que fuimos al puerto a meternos en la fila. Ingresaron Cheché, Wally y Augusto con las combis y la moto. Pasaron por un visado de los papeles y luego dentro del puerto empezaron con el control antinarcótico. Este control se basa en sacar absolutamente todo de la combi, dejar utensillos, ropa, y demás objetos a un costado para que la policía con perros y agentes de seguridad revisen si no hay droga escondida en algún rincón.

primero ingresa la combi de los otros chicos
¡¡¡y al fin sube la rusita!!!
              
Después de ahí, se ingresan los vehículos a los contenedores, donde los aseguran con sogas y sellan las puertas metálicas. Terminaron el trámite a la noche de ese día. En tres días sale el barco rumbo a Panamá.

Se cierra el contenedor y este momento es glorioso
Sellos de seguridad y el contenedor queda listo para viajar a Panamá

Después de dos meses de mucho trabajo, logramos vender cien muñecos y otras artesanías más. Con la ayuda de nuestro trabajo en Ecuador y lo que vendimos logramos cumplir nuestro objetivo de pagar el cruce hacia Panamá y seguir nuestro viaje. Sentimos mucha emoción, le metimos mucho huevo y salió como lo esperábamos. Fue una gran prueba, yo siento que este desafío hizo que nos uniéramos más y que nos probáramos a nosotros mismos hasta dónde éramos capaces de llegar. Lo logramos, estamos emocionados con haber cumplido este desafío que teníamos enfrente.

Tenemos una gran historia que contar a nuestras familias y amigos, quizás a nuestros hijos en algún momento. Les contaremos que en nuestro viaje por América, logramos pagar un cruce en barco vendiendo artesanías, entre ellas cien muñecos tejidos al crochet, y con los años, como siempre pasa, agrandaremos el número contando que fueron muchos más.

                    
Nuestro sueño está más vivo que nunca y nosotros firmes como un roble. 


Abrazos, Carola y Cheché.