martes, 29 de septiembre de 2015

Se mira afuera, ¿qué hay adentro? Panamá. Primera parte

Acompaña esta entrada con un video sobre el consumismo del ser humano. ¡Muy bueno para reflexionar sobre nuestros consumos! (gracias Anita por enseñarnos este video)



Estamos volviendo al ejercicio de la escritura. Generamos “clima” como tantas veces nos enseñaba el gran maestro Eugenio en Argex. Generar clima es poner el mate sobre la mesa, la hoja en blanco frente a nosotros, silencio por un rato y a meterse para adentro a capturar esos momentos que están grabados a fuego en nuestra memoria y en el corazón. En el viaje, el escribir va queda postergado por alguna tarea cotidiana que requiere nuestra atención inmediata, y sin quererlo, vamos dejando de lado esta hermosa tarea de escribir. Lo seguimos intentando, sabiendo que estos escritos serán nuestro testimonio, el lugarcito donde podamos volver a retomar nuestros aprendizajes vividos, el proyecto certero de un viaje soñado. Nos alientan además, muchas personas que nos leen viajando con nosotros, sobre todo nuestros padres que esperan expectantes leer siempre un nuevo escrito. 

Panamá abre el umbral de la desconocida Centroamérica. ¿Qué habrá en estos países pequeños y continuos unos de otros? ¿Cómo será su historia, su gente y su cultura? Surgen miles de preguntas que se desbordan mientras crece la ansiedad por conocerlos con nuestros propios sentidos. Este es el primer país que no lo abordamos por tierra, sino que llegamos desde el avión. La rusita estará navegando rumbo al puerto de Manzanillo y nosotros nos anticipamos a llegar unos días antes para ir a su encuentro. ¡Qué alegría después de tanto esfuerzo saber que ya estamos en Panamá!, con muchas ganas de vivir todo lo que vendrá por delante.


                     
El vuelo de Bogotá a Panamá dura apenas una hora. Por las dimensiones de la pista y porque sólo vemos un avión estacionado, nos damos cuenta que se trata de un aeropuerto secundario y no el principal de Ciudad de Panamá. Mientras hacemos la fila del trámite de migraciones pienso en todas las veces que otros viajeros nos contaron cómo era el ingreso a este país. Panamá tiene una condición muy particular, así sea llegando por barco o por avión te piden el pasaporte y además mostrar quinientos dólares para comprobar que uno trae dinero para mantenerse y no que va a quedarse a trabajar acá. Muchos dicen que este es el primer “filtro” que tiene Estados Unidos para evitar que mucha gente suba y se instale en su país. Pero claro, cuestión de suerte, del agente aduanero de turno que te toque, o de la cara que tengas aunque parezca irrisorio, no se lo exigen a todos. Puede que no te lo pidan o que tengas que mostrarlos, dar cuenta de tu viaje y defender tus intereses de alguna manera frente a los aduaneros. Nosotros no contamos con los quinientos dólares en efectivo para mostrar, todo el tema del cruce de la naviera nos deja un poco secos, así que sólo preparamos los pasaportes, sacamos la tarjeta de crédito (pero no tenemos comprobante impreso del monto sólo que diremos que tenemos dinero ahí) y también como estrategia sacamos los papeles de la rusita para mostrarles que la buscaremos en el puerto y vamos a seguir andando con ella. Esperamos que todas estas cosas nos salven, sumando las caras de seguridad y confianza que intentaremos poner con más firmeza. Llega nuestro turno y estamos de suerte. Nos toca una mujer que nos pide los pasaportes, mientras le mostramos los papeles le vamos contando de nuestro viaje por América. No nos dice nada, nos devuelve los pasaportes sonriendo y nos da seis meses de permiso de visa, el tiempo máximo de estadía para recorrer Panamá. Mientras hace el trámite veo a un colombiano que está en la ventanilla vecina. Lo veo mostrar documentos, papeles y también dinero mientras protesta haciendo gestos con las manos. Escucho que la chica le responde que le dan diez días para estar en Panamá y luego tiene que regresar a su país. Él insiste pero no hay caso. Pasaporte sellado y que pase el que sigue. Esto es igual a no permitirle la entrada al país. Así de simple, que injusticia sentimos, seguimos viendo esta discriminación que hacen con nuestros hermanos colombianos y nos deja sin palabras que suceda efectivamente en todas partes. Después nos enteramos que hay unos señores afuera de migraciones ofreciéndote “alquilar” quinientos dólares para que puedas mostrarlos como propios. A la salida se los devolvés pagándoles por el alquiler. Qué sentido tiene este sistema ¿mostrar dinero como sea, para justificar qué? Por la razón que sea querés entrar a este país como a cualquier otro. En definitiva como dice el dicho: “hecha la ley, hecha la trampa”…

Ahora sí, estamos legalmente en Panamá.

Buscamos por el sistema de couchsurfing compartir unos días en la casa de alguien local, contactamos a Julieta, que como finalmente no puede recibirnos nos pasa el contacto de su amiga Yolanis. Vamos a buscar un colectivo que nos lleve a su casa, que seguro nos está esperando. Una combi nos lleva a una velocidad increíble por la autopista hasta La Chorrera, es una ciudad en la provincia, a una hora aproximadamente de ciudad de Panamá. Nos bajamos en una plaza bien popular rodeada de carritos de comida rápida, gente que camina por todos lados, algo de basura y mucho tráfico en la avenida. Localizamos un teléfono público y llamamos a Yoli. Nos orienta más o menos y vamos en otro taxi a su encuentro. Casi llegando vemos a lo lejos a una chica parada en una esquina. Nos bajamos y ahí esta Yoli sosteniendo con sus manos un cartel como los que hay en los aeropuertos, ¡¡¡con nuestros nombres escritos bien grandes!!! Con ese lindo recibimiento nos damos el primer abrazo.

con nuestra anfitriona Yolanis
Mientras esperamos buscar la combi en el puerto compartimos unos días hermosos en la casa de nuestra anfitriona. Ella se esfuerza en que estemos muy cómodos y hasta nos pregunta qué debe hacer, ya que es la primera vez que recibe por Couchsurfing a viajeros en su casa. Le decimos que se relaje, que no tiene que hacer nada, simplemente compartir con nosotros unos días e intercambiar lindas experiencias. Yoli vive con su hermano y su papá. Ella está estudiando los últimos años de arquitectura, y trabaja en una constructora para ir aprendiendo más de la profesión. Siempre que podemos nos sentamos a hablar de criterios de diseño y de nuestros sueños como diseñadoras. 

los amigos de Yoli dándonos una hermosa bienvenida
Con Julieta
Con sus amigos organizan llevarnos a conocer la Ciudad de Panamá, el Casco Viejo y el Gran Canal. El casco viejo es muy hermoso, conserva arquitectura colonial, una gran plaza popular donde está la catedral y muchos callejones angostos que caminamos imaginando cómo fue la vida pasada en esas calles. Finalmente vamos a una gran escalinata donde disfrutamos una vista panorámica de la ciudad.

la catedral en el Casco Viejo
                     
las grandes escalinatas
disfrutando de esa hermosa vista nocturna
                 
La ciudad de Panamá crece sobre todo en altura, compiten altos rascacielos iluminados rodeándose de grandes avenidas. Autos, y más autos pasan a gran velocidad. Percibimos que está todo preparado para consumir-consumir. Hay muchas señales que lo marcan claramente: cartelerías gigantes de marcas de ropa, perfumes, electrodomésticos…uno más grande que el otro queriendo tapar el poco cielo que se asoma. Hay más shoppings que edificios, casi uno por cuadra en la zona céntrica. Parece una sucursal pequeña de Miami.


un gran puente une a la provincia con ciudad de Panamá
altos rascacielos iluminados
El mar que bordea la costanera es sólo para mirarlo, ya que las personas no se meten porque las aguas están muy contaminadas, sabiendo que algunos edificios tiran sus desechos cloacales allí. También debajo de los puentes donde corren ríos, se percibe un olor fuerte desagradable. La ciudad se alza con sus lujosos rascacielos hacia el mar, pero en definitiva no se apropia de él, sino que le da la espalda a esa naturaleza, que debería ser su atractivo principal. Se invierte con fuerza en el consumismo, pero se deja de lado el cuidado del medio ambiente, y la calidad de vida de la población, que queda cada vez más olvidada por el crecimiento desmedido de la ciudad y su falta de planificación.

la ciudad que mira al mar
Pasamos por el gran Canal de noche, vemos unos buques pasar lentamente, a lo lejos el puente centenario iluminado y nadando a unos metros más allá unos cocodrilos en el agua. Preguntamos si vimos bien…“¿son cocodrilos esos?”, el amigo de Yoli nos cuenta que sí, que los introdujeron los yanquis cuando tenían el dominio de esta obra para evitar que nadie se metiera en el río. Una estrategia que planearon para que se coma al que entre nomás…Y ahí quedaron algunos de estos animales viviendo en este lugar. Volvemos escuchando muchas anécdotas que nos cuentan sobre el Gran Canal.


               
el puente centenario 
Volviendo hacemos un paseo gastronómico, nos llevan a degustar comida típica según ellos, exclusivamente de La Chorrera. Comemos un “chicheme” que es como la mazamorra nuestra, hecha con maíz y agua y el “Boio preniao” es una especie de bolllito con carne de res o de cerdo panizado y frito. Muy rico todo, como siempre nos gusta probar y comer cosas hechas en puestitos callejeros, ¡tiene un sabor casero inigualable!

Estamos a la espera del mail de los otros viajeros con los que compartimos el contenedor, para ir juntos a buscar las combis al puerto. Ellos cruzaron en velero, quedamos en que apenas llegaban nos contactaríamos para acordar. Calculamos los días pero aún no llegan. Yoli nos ofrece quedarnos todos los días que necesitemos en su casa. Mientras tanto, seguimos conociendo algunas cosas más de este país. 
Por lo poco que puedo apreciar, siento cómo de alguna manera “se mira todo el tiempo hacia afuera”, viendo que tendencias hay o cómo imitar a los Estados Unidos, como el mejor ejemplo que existiera en el planeta. Hay como un aire de resignación en las personas, de sumisión en el actuar, en sus expresiones. Como una actitud de total reverencia, perdiendo su fuerza de identidad como país. Las personas hablan con tonada “panameña” que como todo lugar, tiene su acento particular. Y algunos incorporan en su discurso muchas palabras en inglés, que las van intercalando con el español. Pienso que puede ser porque estuvieron muchos años bajo el dominio de los norteamericanos con el Gran Canal, que por generaciones se les fue quedando una costumbre de “mirar para afuera”, en vez que tener una identidad propia y buscar hacia adentro. 

REENCUENTRO CON LA RUSITA

¡Al fin tenemos noticias de los chicos!, su viaje en velero se demoró unos días porque les pasó de todo. Fue realmente una odisea, viajaron en un velero sin motor, solo tirado por velas, y en varias oportunidades les agarró una tormenta que los hizo retroceder todo lo que habían avanzado. Cuando se desataba la misma, se metían adentro y las olas sacudían el velero libremente, haciendo que todos se golpearan y se descomponían. El capitán nunca previó los imperfectos, y hasta se quedaron sin agua para tomar entre otras cosas. Lejos de ser una experiencia linda, cruzar en velero no siempre es tan placentero como uno se imagina.

Llego el día de ir a buscar a la rusita al Puerto de Manzanillo. Dos colectivos que atraviesan la provincia, nos dejan cerca del puerto. Nos encontramos con los chicos de la otra combi y del triciclo. Presentamos los papeles de oficina en oficina, muchos esfuerzos para que traigan la noticia que nada de eso alcanza, para poder sacar con una grúa el contenedor del puerto nos piden ochocientos dólares extras a lo previsto. Intentamos varias veces explicarles que en la naviera de Cartagena donde salieron nuestras combis, nos dijeron que sólo con el documento sellado que traemos podemos sacar las combis sin problemas, pero nada de esto tiene importancia para los agentes de este puerto. Quieren que paguemos ese monto para sacar el contenedor como única opción. El puerto de Colón donde también llegan contenedores no cobran nada por retirarlas, pero en el único que si cobran este monto es en el Puerto de Manzanillo, donde enviaron llegaron nuestras camionetas. ¿Cómo saber esto antes de enviarlas? Faltaba tan poco para terminar con este trámite tan burocrático para que se sume este detalle más. Tenemos poco dinero y no sabíamos de este gasto extra. No se nos ocurre nada, ¿qué podemos hacer? Wally, el del triciclo se aparta y hace unas llamadas en su celular. Nos dice que él tiene algunos contactos a través de la empresa patrocinadora de su viaje, que quizás puedan ayudarnos. Igualmente ya está cayendo la tarde y no podemos resolver nada, decidimos volver todos al día siguiente.
Vamos a la ciudad de Colón que queda bien cerca del puerto, a buscar alojamiento para pasar la noche. Encontramos un hospedaje limpio y accesible para nosotros. En la entrada un cartel junto a la recepción que dice una hora: cuatro dólares; tres horas: ocho dólares; doce horas: quince dólares. No entendemos muy bien esos precios, preguntamos y nos dicen un solo valor. La otra pareja viaja con una perra, como este lugar acepta animales, decidimos quedarnos aquí. 
Colón es la ciudad más sucia, desordenada y peligrosa que vimos en todo el viaje hasta ahora. Callejones repletos de basura, cubriendo pasillos enteros de pared a pared. Bolsas abiertas, colchones, paraguas, ropa tirada. Gente asomada por ventanitas muy pequeñas espiando a los peatones. Arriba de cada bloque de edificio, compiten las antenas de direct tv. Las ratas corren apuradas entre las bolsas, cruzándose con los perros. Los lugareños nos cuentan que después de las seis de la tarde ya no se puede estar afuera sin que te roben, así que precavidos a ese comentario, volvemos temprano al hotel. Descansamos bien y enfrentamos con muchas pilas este día decisivo. 
Cuando nos vamos nos atiende otra recepcionista distinta a la del día anterior, que nos pregunta antes de pagar cuantas horas estuvimos en el hospedaje. Nos miramos sorprendidos sin entender la pregunta y le respondemos que desde anoche. Nos explica que es un hotel transitorio, que el hospedaje se cobra por hora. La otra recepcionista no nos explicó esa modalidad ¡¡¡con razón el cartel que vimos al llegar!!! Nos mantuvo la tarifa y nos vamos riéndonos…¡¡¡adónde fuimos a dormir!!! Otra anécdota más para recordar…

Wally nos espera en el puerto sonriendo con una posible solución en sus manos. “Hay que hablar con un tal camionero que es amigo de mi contacto” Su propuesta es que el camionero saque nuestro contenedor afuera del puerto a través de la empresa donde él trabaja, y una vez afuera lo abrimos y buscamos los vehículos a cambio de pagarle algo al camionero por el gran favor. Y así lo resolvimos. En poco tiempo ya estábamos con nuestras camionetas, y al camionero le pagamos entre los tres un monto menor al que nos exigían en la aduana. Apenas conocimos a Wally nos parecía exagerado en su forma en cómo “vendía su viaje” dando conferencias y haciendo nuevos contactos en cada ciudad donde pasaba. Es otra forma de viajar, sobre todo si tenés un patrocinador de viaje, supongo que se responde a otros criterios. Pero hay que reconocer que en esta oportunidad que parecía cerrada por todas partes, nos abrió paso a la solución y destrabó este inconveniente justamente por su forma de manejarse con sus contactos. Muy agradecidos por el gesto, nos despedimos de él con un gran abrazo. Este personaje sigue camino hacia Alaska en su triciclo y piensa llegar a la meta en pocos meses.

¡¡¡felices con el reencuentro!!!
PEQUEÑOS GRANDES GESTOS

Volvemos a la casa de Yoli a pasar una noche allí y seguir viaje hacia Bocas del Toro. Mientras la esperamos en la puerta de su casa, pasan los vecinos del barrio y se paran a preguntarnos del viaje. Somos la novedad en este barrio tan tranquilo, cuatro “bichos raros” en dos camionetas llenas de banderas. 
Se acerca una mujer embarazada que nos pregunta si tenemos hambre y suficiente comida. Le contamos que siempre preveemos tener alimentos y que no nos faltan los recursos. Se va en silencio. A la media hora regresa con galletas y un jugo para cada uno. “Tomen para su viaje” nos dice y sonríe. Son estas las actitudes que nos emocionan cada vez más, pequeñeces que nos conectan y nos acercan como seres humanos. 
Luego se acerca un señor en auto que nos pregunta emocionado “¡¿son argentinos?!” Él nos cuenta orgulloso que había vivido en nuestro país, que ahora por trabajo había vuelto a Panamá. Nos pregunta si queremos yerba mate que él tiene bastante en su casa. Vuelve a los cinco minutos con un paquete grande y nos trae también “sal parrillera”. Nos dice que seguramente nos faltará la buena carne argentina pero que si hacemos un asadito en el viaje no es fácil tampoco encontrar esta sal, así que completa su aporte y se va emocionado por el encuentro entre “paisanos”.
Agradecemos mucho estos gestos que mientras avanzamos en el viaje son cada vez más sinceros, que te hacen dar cuenta que hay mucha gente hermosa, que la solidaridad, la empatía y el amor son algunos de los motores que siguen moviendo al mundo.

Nos despedimos de la hermosa Yoli, gracias por el gran recibimiento y todo lo que nos brindaste estos días. Ojalá podamos vernos en otra oportunidad para seguir compartiendo lindos momentos. ¡¡¡Gracias y más gracias amiga!!!

EL GRAN CANAL DE PANAMÁ

Seguimos viaje y saliendo de la ciudad, pasamos por las compuertas del Gran Canal. Se interrumpe el paso vehicular y hay que esperar que pasen los grandes buques frente a nosotros. Podemos apreciar esta gran obra, los niveles de agua se van nivelando muy lentamente para que los barcos crucen de un océano a otro. Los dos océanos se encuentran a diferente nivel, uno más elevado que el otro. Es por eso que esta obra regula esta diferencia de nivel haciendo posible un paso fluído de estos grandes buques cargueros.

Cómo funciona...
(fuente: http://micanaldepanama.com/nosotros)

"El Canal de Panamá tiene una longitud de aproximadamente 80 kilómetros entre el océanos Atlántico y Pacífico. Construida en una de las áreas más estrechas del continente, la vía interoceánica une a Norte América con Sur América.

El Canal utiliza un sistema de esclusas -compartimientos con puertas de entrada y salida. Las esclusas funcionan como elevadores de agua: suben las naves desde el nivel del mar (ya sea Pacífico o del Atlántico) hacia el nivel del Lago Gatún (26 metros sobre el nivel del mar); así, los buques navegan a través del cauce del Canal, en la Cordillera Central de Panamá.

Cada juego de esclusas lleva el nombre del poblado en donde fue construido: Gatún (en el lado Atlántico), Pedro Miguel y Miraflores (en el Pacífico).

Las cámaras -escalones- de las esclusas tienen 33.53 metros de ancho por 304.8 metros de largo. Las dimensiones máximas para los buques que deseen transitar a través el Canal son: 32.3 metros de ancho; calado -profundidad que alcanza- 12 metros de agua dulce tropical; y 294.1 metros de largo (dependiendo del tipo de buque).

El agua que se utiliza para subir y bajar las naves en cada juego de esclusas se obtiene del Lago Gatún por gravedad: es vertida en las esclusas a través de un sistema de alcantarillas principales, que se extiende por debajo de las cámaras de las esclusas desde los muros laterales y el muro central.

Buques de todo el mundo transitan a diario a través del Canal de Panamá. Entre 13 mil y 14 mil barcos utilizan, cada año, el Canal. De hecho, por el Canal de Panamá cruzan 144 rutas marítimas conectando 160 países y con destinos a alrededor de 1,700 puertos.

Con la labor de aproximadamente 9 mil trabajadores, el Canal funciona 24 horas al día, 365 días al año, ofreciendo servicio de tránsito a naves de todas las naciones sin discriminación alguna."
El 15 de agosto, el Canal cumplió 100 años de su independencia. 



                         
                
                      
                    
            
las grandes compuertas que regulan los niveles
puente Centenario
Otra vez juntos con la rusita, seguimos viaje rumbo a Bocas del Toro.


Carola.