Acompañá esta entrada con nuestro dios cordobés: Carlitos La Mona Jimenez.
Les dejamos un mensaje a Ulises y Agus en el Facebook, para quizás encontrarnos en Puno para las fiestas. A la espera de la respuesta, y después de pasar unos días en Ilo, empezamos nuestro largo recorrido hacia Puno.
Según la información turística un auto convencional no debería tardar más de seis horas en llegar desde Ilo a Puno. En nuestro caso, a todos los estimativos, los multiplicamos por dos y a veces por tres. En doce, dieciocho horitas estaríamos llegando al destino final.
Casas en la playa.Ilo |
Salimos como a las cinco de la tarde para viajar de noche y que la rusita (y nosotros) no sufra tanto.
El camino es una mierda y no para de subir, la rusa empieza a levantar temperatura. El agua hierve como nunca antes y nosotros sufrimos como tarados. De vuelta la misma historia, el mirar a cada rato el tanquecito de agua, el reloj de temperatura y todo. Quiero tirarla por un precipicio y seguir con la mochila con dos boludeces.
Con mucho esfuerzo logramos llegar a Torata, un pueblo de la muerte en donde paramos a dormir.
En medio de la noche, mi panza se llena de retorcijones, siento que tengo una manada de víboras que retuercen todas mis tripas, sudo frío y salgo expulsado de la combi como un rayo. No llego al baño, que esta como a cien metros de donde estacionamos. Una muestra de mí queda al costado de la puerta. Mi panza apenas se alivia. Vuelvo a acostarme. A la media hora, el mismo proceso pero en cantidades aún mayores. Vuelvo a la cama y todo vuelve a empezar. Así, cada una hora en toda la noche, hasta que expulso todo lo que tengo en mi estómago.
Temprano en la mañana nos llegamos al pueblo, vamos a la asistencia en donde me pesan, me manosean un poco y determinan que tengo una infección. Como decido no tomar antibióticos solo me recetan unas sales para no deshidratarme y un jarabe para la acidez que me invade hasta la cabeza.
Plaza de Torata |
Carola me hace unas tostadas con té que ni tengo ganas de tomar. Lo tomo y me duermo una siesta mientras ella va a revisar si Agus y Ulises al final van a Puno en vez de ir a Cusco.
Vuelve con la noticia de que ellos ya están viajando para reencontrarse con nosotros, que se tomaron un bondi de no sé cuántas horas. “¿Qué hacemos?” -me pregunta- . Estoy reventado, apenas puedo levantar la taza del té y camino a duras penas como un viejo con andador. “Yo manejo”- me dice- y veo en su cara unas ganas gigantes de pasar la navidad acompañada de Agustina y Ulises. ”Vamos”, le digo con más reflejo que convicción.
Al final abandonamos Torata |
El camino sigue subiendo y es pura tortura. Pasan seis horas desde nuestra salida de Torata y solo recorremos ¡¡treinta y seis kilómetros!! Al menos mi panza se calmó y me mantiene lejos del inodoro.
Estamos a cuatro mil quinientos metros sobre el nivel del mar, hace frío, mucho frío, nos tapamos con las bolsas de dormir, ya son casi las once de la noche del veinticuatro de diciembre, la Rusa tragó como loca, acusa poco combustible y no hay estación de servicio cerca. Estimamos que los chicos ya han llegado a Puno y nos están esperando. Aún nos quedan ciento cincuenta kilómetros para su encuentro cuando Carola me dice que no puede seguir más, que en el próximo pueblo paremos.
Un pueblo fantasma se cruza en nuestro camino, hay pocas luces y alguna que otra persona deambulando por sus calles esperando la medianoche para echar algún cuete al aire. Colonia Prosperidad al lado de este caserío es una gran metrópoli. Preguntamos por un grifo (estación de servicio) milagroso que nos permita continuar nuestro viaje en la mañana temprano.
Golpeamos la puerta de un hombre que, nos dijeron, tenía unos litros. Nos vende unos galones y estacionamos junto a su casa a descansar, a pasar nuestra humilde navidad. Al rato el viejo golpea nuestra puerta para invitarnos con pan dulce y chocolate caliente. Nuestra cena navideña en las alturas peruanas. Si bien no le doy mucha pelota a las navidades, siempre está bueno que haya una excusa para juntarse con la familia y los amigos. Por más escasa que haya sido la cena y nuestros estómagos estén acostumbrados a muchas calorías un veinticuatro a la noche nunca me voy a olvidar de esta navidad. El gesto del hombre por más insignificante que suene para nosotros fue un mundo.
Hicimos todo lo posible para llegar a Puno al encuentro con Agus y Ulises, Carola se manejó todo, yo manejé hasta sin fuerzas pero no pudimos. Fueron casi doscientos kilómetros todos en subida, pura tortura.
Titire, nuestra humilde navidad. |
Nos despiertan en la mañana los borrachos que se sacan fotos con nuestra combi. Hervimos agua, aflojamos el hielo de las tuberías y salimos a la ruta. Aún nos quedan cien kilómetros para llegar a Puno.
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Cheché.
Extraña navidad a chifle y camote frito pero hermoso reencuentro
ResponderBorrarque lindo ver las fotos del complicado camino que tuvieron que recorrer!!!! asi es la vida, complicada a veces....no puede ser todo taaaan perfecto! jajjaj Vamos por mas!!!! Agus
ResponderBorrar¡¡¡Tardamos en llegar pero lo logramos!!! ¡¡¡Hermoso compartir el camino con amigos increíbles como ustedes!!!Vamos por más que aún nos queda mucho recorrido!!!! los queremos mucho!!!!!! Carola y Cheché.
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