lunes, 9 de junio de 2014

Juntos hasta el infinito…Norte de Perú: Máncora y Punta Sal.

Acompañá esta entrada con este tema...de Tierra Mojada "Coincidir"  (quién será ¿tierra mojada?...pero la letra del tema es hermoso, para ustedes amigos...)



Los atardeceres rosados invaden nuestros días. La convivencia dentro de “La Rusa” ahora es de a cuatro individuos, algo, podría decirse, un poco más fácil que de a dos. Si bien no sobra espacio, sobran ganas de compartir y momentos de risa. Todos colaboramos para que esto que elegimos hace poco más de cinco meses se vuelva tal cual, un sueño. 


                         
                 
                        
Para los que no conocen los pormenores. Con Agus y Ulises salimos con 10 días de diferencia, ellos desde Buenos Aires, nosotros de San Francisco. Con la misma idea de viaje y con el mismo rumbo. Nos conocimos en la casa del gran Alfredo en Iquique y desde ahí nos costó separar nuestros caminos. 

                    
También tenemos varias coincidencias pelotudas entre nosotros. Por ejemplo, Carola y Ulises coinciden en muchos gustos. El mínimo sabor ácido les arruga la cara muy graciosamente por igual a los dos. Cada una de sus madres se llama Cristina. Son los dos muy sanguíneos, quizás por su descendencia italiana, son los que arrancan más fácil en enojarse. La almohada es un instrumento indispensable en el descanso de ellos mientras que con Agus nos da lo mismo. Yo nací el mismo día que la hermana de Agustina y Agustina nació el mismo día que mi hermana, ella devora sus licuados y yo la acompaño a la par mientras que Ulises y Carola se toman su tiempo degustándolo poco a poco. Agustina también fue criada a queppes, purés de garbanzos y empanadas árabes como yo. Somos junto con la crota ésta los que por lo general nos activamos para cocinar. 


                        
Pero también están las coincidencias entre ellas. Carola y Agustina comparten el gusto por pintar y les encanta tejer. Se pueden pasar horas hablando, hablando y hablando de cualquier cosa. Un minuto de silencio entre ellas es más difícil que un político honesto. Con el loco Ulises compartimos la enfermedad del fútbol. Él, híper gallina y yo tarado bostero. Cuando vemos picar una pelota cerca nos brillan los ojos como dos niños y enseguida corremos atrás en busca del preciado esférico. 

Gentileza crota agustina

Siempre hay espacio para hablar de experiencias de cada uno. Como somos inquietos y curiosos y salen temas de los más variados. Compartimos lo que hicimos hasta ahora y también proyectamos e imaginamos nuevos sueños a concretar. Surgen espacios de mucho arte y también de pensamiento y crítica sobre algo que nos hace ruido o nos encanta de este espacio que se llama vida.

Ulises es cineasta, y nos trae películas hasta de las menos escuchadas para abrirnos los ojos un poco más. Vemos mucho cine juntos y al final se arma un debate sin importar llegar a una conclusión.

compromiso puro
Agus es la que nos cuenta experiencias de los activistas veganos, cómo ellos en Buenos Aires y ahora en viaje, le ponen el cuerpo y el alma a lo que tanto aman y están comprometidos: su lucha contra el maltrato animal de cualquier tipo. Cuando los escuchamos nos quedamos admirados, no nos queremos perder de ningún detalle de todo lo que piensan y sienten. Admiramos precisamente esa convicción por una causa tan linda y cómo son coherentes estén donde estén para defenderla y chocarse con un mundo que no está preparado para pensar así y  que muchas veces les da la espalda.

                        
El estar en compañía desdramatiza cualquier impulso de estupidéz que a uno le brote. A diario nos reímos de las peleas de parejas, de los planteos idiotas que a veces nos hacemos. Reírse de uno de uno mismo es una de las tantas cosas que aprendimos junto al loco Ulises y a la personaje de Agustina.

posando en la playa...
Agus disfrutando de su pasión por el mango

Viajar en nuestra combi despacito les hace, a nuestros amigos, descubrir los paisajes que antes desde el colectivo no percibían. Cantidad de poblados con personas sembrando, animales, camioneros que nos tocan bocina saludándonos. Están fascinados, no dejan de mirar y asombrarse.
Cheché maneja, Ulises va de copiloto cambiando música. En un momento él se queda callado, y después nos cuenta que estar compartiendo este momento del viaje así en nuestra rusa lo llena de emoción. Que se siente tan pleno como otros tantos momentos colmados de felicidad que tuvo en su vida.
Con Agus vamos atrás en la cama grande tejiendo y cebando mates. Charlando con ella me confirma que tenía ganas de viajar así en combi, que son otros tiempos más lentos y que todo le gusta. Siempre nos ocultamos cerrando todas las cortinas cuando pasamos por algún puestito policial para que no revisen la combi carente de cinturones.

                                                                                                                                 
En fin, todo eso anterior descripto o quizás las ganas inmensas de vivir esto intensamente ayuda a que la pasemos tan bien y nos llevemos aun mejor. Los días juntos se pasan volando, como cuando uno disfruta y siente que eso tan hermoso se escurre, que se volatiliza en el reloj pero queda grabado a fuego en cada uno.               
    
                               
Máncora es un lugar renombrado por los viajeros…todos pasan por acá. Es bien conocido por los surfistas que se lucen con grandes olas en el mar. De todas maneras lo más impresionante que tiene este pueblito son sus indescriptibles atardeceres. Las fotos capturan los colores pero en vivo no tiene palabras.


Karina y Danilo dos viajeros de Ecuador con muy buena onda.
                    
   

Llegamos a Punta Sal cayendo la noche. Una avenida recorre todo el pueblo de punta a punta. Avanzamos hasta el final donde hay una garita de control. Vemos algunos almacenes abiertos y muchos perros tranquilos en la calle. Decidimos parar a comprar provisiones para hacer una cena porque tenemos hambre. En eso se acerca un hombre de barba prominente a saludarnos. Nos pregunta de dónde somos, y ahí nomas le contamos algo breve de nuestro viaje. Nos dice: “Me llamo Vicente, ¿ven aquella casita allá? Ahí vivo yo, pueden estacionar al frente de casa sin problemas, así estoy para lo que necesiten, para ayudarlos”. Sin conocernos, alguien más se está brindando desinteresadamente.
“Buenísimo", le respondemos, "muchas gracias, compramos algo y vamos para allá” fue nuestra respuesta. Ya empezamos a sentir la buena energía de la gente de un pueblito pequeño como casi nunca falla.

                           
La noche está muy tranquila, no pasan casi autos y nosotros en la rusa disfrutando de la cena. Desde este lugar donde estacionamos, parece que el cielo se viniera abajo de estrellas. Salimos afuera a contemplar esta hermosura. Nos sentamos en colchonetas a charlar. Llega Vicente con un amigo cordobés, nos lo presenta: “Hooola cooomo estaaan? Soy Pablo”. Por la tonada estirada no quedan dudas que es un cordobés neto. Nos sentimos más cerca ya por compartir una identidad que nos une. Nos dice “¿no me digan que todavía tienen mate?” Entusiasmado agrega “porfa tomemos unos matecitos”
Ponemos la pava y largamos la ronda. Fue una noche hermosa que permitió conocernos entre todos un poco más. Un viaje que se emprende y la cantidad de personas hermosas que uno va encontrando en el camino. Pocas cosas tienen tanto valor como los afectos, en cualquier lugar, mientras sean verdaderos.

El lugar donde estacionamos la combi, afuera de la casa de Vicente
Apenas amanece, el calor de la combi nos expulsa a los cuatro. Salimos rezongando, porque queremos dormir un poco más. Pero no hay árboles para estacionar la rusa debajo, así que el sol la quema viva a las 9 de la mañana. Ansiosos vamos a conocer la playa que dicen que es tan hermosa.

                               
                              
La playa es así, efectivamente muy hermosa. Bien amplia y por demás tranquila. 
Se ven casas grandes que dan sus patios a la playa. O más bien la misma playa se mete en las casas. Una continuidad impagable. Algunas hamacas colgantes, galerías y sillones. Un par de hoteles lujosos preparados para turismo internacional. Creo que Punta Sal es conocida por ser un lugar perfecto para descansar y reponer energías. Desde que llegás te atrapa.

                    
                        
El sol juega a desplegar miles de colores en el cielo, todo en diferencia de pocos minutos, en una misma tarde. Pasa de un blanco brillante, a naranjas y amarillos bien intensos.

                           
                          
                           
De la hospitalidad mala o dudosa que tuvimos en las últimas experiencias, pudimos recargar de nuevo buenas energías en este lugarcito .
Siempre decimos lo mismo entre nosotros, que no nos importa lo mucho o poco que nos brinden, sino que sea dado con buena energía, con desinterés, y con amor. No esperamos gestos forzados o materiales, sino buenos gestos, de los grandes. Eso en el viaje llena más que cualquier cosa material que nos quieran regalar. Estos grandes personajes que conocimos en Punta Sal, nos brindaron su espacio, lo que podían darnos y lo que tenían. Vicente, un lugarcito afuera de su casa donde estacionar la rusa, una gran sonrisa. Una sombra, agua fresca, linda compañía en el hostel donde atendía Pablito. Los dos, su compañía de buena fe y amistad. Nada más preciado que eso, lo que uno es y lo que uno puede dar.
Muy agradecidos, ojalá nos volvamos a ver amigos. ¡¡¡Gracias por todo!!

Que lindos locos: Emilio, el "super-Vicente" de barba prominente, Agus, Ulises, Cheché, Carola y abajo Pablito el cordobés.
Recorriendo el norte de Perú la rusita se “agrandó”, siempre tiene un lugar reservado para nuestros amigos.
Desde que nos conocemos nos dimos cuenta que en el fondo somos muy parecidos. Nos mueven sueños GIGANTES, no por lo imposibles sino por lo increíbles y sentidos que son para nosotros…y nos esforzamos en cada desafío por buscar todo lo que nos proponemos.

                               
No se dan una idea lo mucho que ya los queremos “crotos”, gracias a la vida que nos cruzó en este viaje, gracias a ustedes por cada detalle compartido.


Tantos siglos, tanto mundo, tanto espacio…y COINCIDIR!!!

Felices de coincidir con ustedes, AMIGOS. ¡¡¡Juntos hasta el infinito!!!


Carola y Cheché.


De yapa dejamos un hermoso relato de Eduardo Galeano, tómense cinco minutos, una cerveza o un té y disfrútenlo...




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