domingo, 9 de marzo de 2014

El folclore de la Mariscada. Pabellón de Pica, Chile.

Acompañá la entrada con este tema de Rally Barrionuevo "mochileros"



Nos cuesta mucho irnos de la casa de la primera familia “Couchsurfing” en Tocopilla, nos hicieron sentir tan cómodos, como si fuera nuestra casa, los días cálidos compartidos y la hospitalidad brindada desinteresadamente hacen más dura la partida. Pero ya lo decidimos,  volvemos a meter primera y seguir el camino de nuestro sueño.

Desayunamos todos juntos tempranito, sacamos una última foto, y nos despedimos. Buscamos unas facturas y largamos los matecitos bien calientes. El mapa del GPS marca la salida rumbo a Iquique. La ruta va contorneándose como una serpentina. Por un lado el azul intenso del mar y por el otro, la montaña del desierto. En el medio vamos nosotros, ansiosos del próximo destino que nos espera unos kilómetros más adelante.

   
Aparecen en el paisaje algunos pescadores a la orilla del mar, con sus espaldas cargadas de “cochayuyos”; unas algas con formas de tubos alargados y esponjosos, color marrón intenso. Se encuentran a montones, los pescadores las recolectan, las depositan en sus camionetas descapotables y  la mayoría las llevan a los mercados, donde se venden secas para condimentar alimentos y preparar ensaladas. Es muy común ver este paisaje cuando se va por la ruta pegadito al mar.

   

El desierto sigue acompañándonos a nuestra derecha. Abajo aparece un pequeño poblado, con casas sencillas  y varias lanchas de colores estacionadas al lado del mar que esperan salir a navegar. Nos atrae ese lugar. Ya es el mediodía y tenemos hambre, así que bajamos.


   

Nos ubicamos cerquita del agua, estiramos la toalla, y nos sentamos a preparar unos sándwiches de palta. En un minuto nos devoramos, sin mirar, el primero. Nos quedamos disfrutando el mar, sintiendo la brisa…hasta que el calor se pone insoportable. Caminamos por el pueblo, son apenas unas cuadras, casi no hay nadie en las calles, muy tranquilo…solo unos perros a la sombrita durmiendo la siesta.
Vamos a la rusa a pasar la siesta también, refugiándonos del intenso sol. Me despierto y abro la puerta de la combi. Nada afuera, sin ningún movimiento, al menos así parece.  Le pregunto a Cheché si seguimos viaje a Iquique, ya que ese lugar me aburre un poco y no encuentro mucho más que hacer allí. Él me responde que le gusta ese lugar por la tranquilidad que hay, y que le gustaría quedarse una noche más a disfrutar de esa paz. Agrega que al día siguiente saldríamos tempranito para Iquique. Me convence su argumento y salgo a caminar hasta el muelle que hay metros más allá. Desde allí veo unas carpas azules,  y un humito blanco que se asoma entre los toldos. Me pregunto que será ese campamento.
En ese momento llega un señor con dos baldes, uno en cada mano. Se sienta cerca mío en un montículo de piedra, me mira y me dice “¿comiste pescado recién sacado del mar? ¿querés probar piure? ”
Me sorprende, lo miro con curiosidad y le respondo “No, así no comí nunca.”
Me invita entonces…“Traéte un limón y lo probás”.
Me voy hasta la combi entusiasmada, le cuento a Cheché que estaba aún haciendo “fiaca” y lo invito a venir conmigo a probar pescado fresco.
Cuando llegamos el pescador estaba abriendo una piedra con un serrucho. Cuando la abre, mete el dedo como haciendo un “huequito” y saca una lengüita de color naranja intenso, nos muestra y nos dice que eso es el piure. Le agrega limón y se lo come.  Así nomas en un solo acto.


   
   

Nos invita a nosotros a hacer lo mismo, así que tomamos coraje, le metemos limón y probamos. El sabor  es intenso, con mucho gusto a yodo pero muy agradable. No deja de impresionar que aún el bicho está vivo, recién pescado…o como sea, da “cosita” comerlo así. Igualmente lo comemos sin problemas.


   
Nos vuelve a preguntar si comimos “Jaibas” (cangrejos) o mariscada…y le respondemos que recién sacado del mar, no. Y nos dice “Ven allá en esas carpas, están por cocinar todo eso. Recién vuelven de pescar. Vamos a ver si nos dan algo, para que ustedes lo prueben.”
Nos acercamos los tres al campamento. Son unos veinte hombres aproximadamente, que están cada uno ocupados en hacer una tarea. Recién vuelven de pescar efectivamente y tienen que preparar la cena para la noche. Unos limpian los mariscos, otros encienden el fuego, buscan ollas y fuentes donde preparar la mariscada y todos toman muchas cervezas heladas, para disfrutar más de hacer las tareas.
Se acercan enseguida y nos saludan. El pescador nos presenta, y nosotros le contamos quiénes somos y un poco de nuestro viaje. Nos invitan a quedarnos con una hospitalidad desmedida, como si ya fuéramos parte del grupo, como uno más.


Nos traen una cerveza bien helada a cada uno, como dándonos una increíble bienvenida, para ese día de tanto calor. Agradecidos, nos incorporamos al grupo.
Empezamos por limpiar “piure”, tal como nos mostraba un rato antes el pescador, y así empezamos a compartir con cada uno nuestras vivencias y escuchando las experiencias de ellos también. Todos muy amables, abiertos y dispuestos a compartir con nosotros un buen momento.


PIURE

   
Sacando piure de las piedras
Piure listo para ser preparado.
Nos cuentan que son compañeros de minería, que su trabajo consiste en días corridos de intensa labor, y lo compensan otros tantos seguidos de descanso. En esos días libres, siempre que pueden, aprovechan para irse solos o a veces con sus familias al mar, o al campo. Respetan mucho esos momentos de esparcimiento grupal y lo disfrutan plenamente. Nos cuentan que esa recreación los une más como amigos que como compañeros de trabajo. Tanto es así que hasta han comprado en grupo, elementos que necesitan para la pesca como redes, carpas, y hasta un freezer grande, para llevar las cervezas y guardar los alimentos.       Le compartimos entre charla y charla que Cheché es chef, y entusiasmados empiezan a contarnos cómo hacen cada limpieza de jaibas y erizos y cómo se preparan esas comidas.


LOS ERIZOS se encuentran pegados a las rocas o en el fondo del mar, a poca profundidad. Los sacan con guantes, ya que el erizo pincha con las espinas de su cuerpo. Lo único que se come es la lengua, que es el cuerpo del erizo, que está adentro del “caparazón”. Hay sólo una lengua en cada erizo, así que para una mariscada por ejemplo como la de hoy, tuvieron que sacar muchos erizos.
Nos muestran que para extraer la lengua, se le clava un cuchillo en forma vertical, y se hace palanca con otro cuchillo para abrir en dos partes el caparazón. Allí adentro con cuidado se saca la lengua de erizo. Se la pone en un recipiente con agua para limpiarla bien. No lleva cocción, se come crudo. Se lo prepara con cebollas cortadas bien finitas y limón a gusto.

Erizos recién sacados del mar
Extracción de las lenguas de erizo
Preparación de lenguas de erizo
LAS JAIBAS

   
Jaibas o también conocidas como cangrejos. Las pescan con redes, las depositan en baldes o recipientes y sin limpiarlas las tiran en cacerolas al fuego. Se van muriendo mientras se cocinan.  Impresiona ver como intentan escapar del calor, mueven sus patitas y se desesperan. Me hace ruido ver a los animales así sufrir, y después comerlos.

Las jaibas cocinándose al vapor
Para finalizar la tarde, se reúnen todos y van armando la mariscada de la noche. Cortan los pescados en trocitos, reúnen los piures y las lenguas de erizo. Toda esta mariscada es cruda, nada se cocina al fuego, sino que las condimentan con limón o vinagre, cilantro, ají, sal y pimienta. Lo único que va cocido al fuego son las jaibas.

Los hombres preparando la mariscada para la cena
Mariscada completa: piure, lenguas de erizo. Carne vacuna y de cerdo para la discada.

Para distendernos un poco después de tanta charla y preparaciones, nos alejamos del ruido y nos vamos a caminar por los alrededores. A mirar el mar y encontrar las bellezas que siempre tiene para descubrir.

   
Encontramos muchos moluscos de diversos colores y formas, la vida marina es bellísima.

  
   
   
   
   
   
   
Nos sentamos a mirar el atardecer y darnos cuenta cuán afortunados somos de estar allí, conociendo tantas cosas nuevas, disfrutando y aprendiendo.

Volvemos a las carpas y al grupo que nos está esperando. Es un hermoso folclore ver cómo todos se reúnen alrededor de la mesa, empiezan las primeras risas y cargadas…es lo mismo que juntarse a comer un asado entre amigos en Argentina; la diferencia es que acá lo disfrutan con pescados de mar.
Ya prenden el fuego para largar con la discada en un rato, pero como somos argentinos aprovechan a pedirnos unos mates. Algunos ya lo conocen, otros quieren probar. Todos nos piden uno, y mientras empiezan a traer las jaibas para “ir picando algo”.

   



Las jaibas la comen lo más natural y salvaje que vi. Un señor nos dice “Miren chicos, esto se come así.” Y nos muestra gráficamente. Toma el cangrejo entero, le corta las patitas y come la carne que tiene ahí adentro, son apenas unas pulpitas. Luego con fuerza rompe el caparazón y come el corazón y la pulpa del interior del cuerpo y su caviar si es hembra.
Las jaibas las buscan directamente del balde, donde las pusieron todas cocidas. Al comerlas así con las manos y tirando las piezas que no se comen, la mesa queda repleta de restos, como un cementerio de animales.


Se larga la discada, todos se reúnen alrededor del calor del fueguito, y sale la típica charla-pelea de fútbol entre hombres. Se adelantan al mundial sacando estadísticas y opinando de tal o cuál equipo. También destacan a buenos jugadores de cada país, comparan, se ríen y miles de cargadas. Esto también sin duda, es parte del “folclore de la mariscada”.


   
Comimos mucho, la mariscada y la discada todo exquisito!!!
La noche está hermosa, sin viento, cálida como esas típicas noches de verano. Seguimos disfrutando el fuego hasta que se apaga y nos vamos a dormir.  Los dos compartimos que fue una noche hermosa que nunca olvidaremos. Mucha hospitalidad, personas increíbles.


Al día siguiente les pedimos juntarnos todos en una linda foto para recordarlos.

   
Gracias a todos por tanta hospitalidad y por compartir con nosotros “el folclore de la mariscada”!!!

Un fuerte abrazo a cada uno.


Carola.

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