miércoles, 15 de enero de 2014

Cruzando la cordillera de los Andes. Argentina - Chile.

Acompañá esta entrada con la negra Sosa, "Agua, fuego, tierra y viento", una caricia para el alma... 

                           

Cruzando la cordillera de los Andes

El viajar a poco más de quince kilómetros por hora me hace acordar al viaje en bicicleta con Manuel y Gabi. El esperar que se enfríe el motor me recuerda a cuando en las cuestas con Manuel nos bajábamos de nuestras bicicletas y encarábamos caminando. Algo parecido estamos viviendo hoy con Carola pero con la rusa. Hoy empezamos nuestro recorrido hacia Chile y no se nos presenta nada fácil.
 
La niebla no nos hace el trámite más sencillo. (Abajo hay precipicio!!!)
                   
 
La cuesta tiene algunas curvitas
                  

                                                       
                                                      estamos en el cielo... 


En la cima de la Cuesta del Lipán, costó pero llegamos!!                

En el camino, disfrutamos las Salinas Grandes…


El inmenso desierto blanco
                  
El primer tirón fue llegar hasta Susques, el último pueblo de Argentina en este paso hacia Chile…

   Cargamos combustible en lugares imposibles.

Uno de nuestros últimos cielos argentinos, en Susques (Jujuy)               
En Jama, nos ocurre el primer “problema con la rusa”. Al dormir a 4300 msnm y tener las bujías medias quemadas se nos complica el arranque…(aunque aún ahí no sabíamos que estaban quemadas)

  La estación del primer inconveniente

Mientras estamos desayunando llega el “pelado”, un personaje que viene bajando desde Ecuador con su mujer (Felicitas) y su hijo (León). Hace un año que  viajan y hace dos días que se le pinchó una goma, sólo eso en un año de viaje. 

- ¿Ustedes están bajando o subiendo recién? - me pregunta el pelado mientras se baja de su auto con un sanguche de palta y una sonrisa pegada en la cara-
- Estamos subiendo, salimos hace poco -respondo, mientras me bajo de la rusa para saludarlo.
Al instante baja Felicitas, que empieza a hablar con Carola y a mostrarle sus artesanías recicladas.
El pelado enseguida se preocupa por nuestro problema y, sin saber nada de mecánica pero con mucha ganas que contagian, intenta encender nuestra camioneta de millones de formas. Yo, analfabeto mecánicamente, lo dejo hacer a gusto. Hasta intenta con fuego: “esto lo hacía un amigo que tenía un Rastrojero, en una de esas funciona” me dice. Sacamos el tubo de la toma de aire, enrolla un algodón en la punta de un alambre, lo enciende, y mientras yo le doy arranque, el tarado este asoma el algodón en fuego al orificio para la combustión.
- Para, para, para!!!- lo escucho gritar- se fue para adentro, se me fue el fuego para adentroo!!!
Enseguida dejo de intentar dar arranque y corro para abrir el filtro de aire en donde encuentro el algodón ya húmedo en aceite pero humeando.
Vuelvo a cerrar el filtro.
Mientras divagamos  que hacer pasa una Toyota Dyna (el mismo motor que nuestra rusa) y lo corro a preguntar si me da una mano. Me dice que deja una encomienda y viene en auxilio.
El tipo esta apurado, nos da un par de indicaciones, de las cuales entendemos la mitad y que obvio, no funcionan.
Viene el playero que con alambre, agua hirviendo, unos artilugios, un sacafiltro, intenta, intenta pero no logra nada.
Tantos intentos de arranque nos dejan sin batería a la manoseada rusita.
El pelado nos hace puente.
Llega Eric, otro barilochense que anda recorriendo el norte argentino con una chata con el volante a la derecha.
- ¿Los tiro con la lanza?- nos ofrece.
Como el tirarle agua caliente, el prenderla fuego y el aflojarle los inyectores no resultaron decidimos aprovechar la propuesta de Eric.
Me lanza cincuenta metros y la rusa arranca con ganas de salir a la ruta. 
Agradecemos por la gran ayuda, tomamos una foto todos juntos, cargamos combustible y nos vamos a cruzar la frontera de una buena vez.
Fue increíble como en pocos minutos  llegaron tantas personas en auxilio. Había leído de eso, de no preocuparse cuando pasa algo, que siempre hay gente que acude en ayuda, que siempre hay solución. Pero el vivirlo, el experimentar eso de que tanta gente te brinde ayuda desinteresadamente me emocionó, nos emocionó.


  Por ellos cruzamos a Chile…
Cielo de Jama, último cielo argento
Nuestra entrada a shhilee güevon!!

A cada minuto debemos mirar el reloj de temperatura. La mirada va del reloj al bidoncito de agua para ver si hierve o hace algo raro que no sabemos cómo resolver más que parar y esperar.

La altura máxima que alcanzamos...
     
Estamos en la parte más alta de toda esta cordillera imponente y que nos hace avanzar a cortos pasitos por sus grandes subidas. Vamos avanzando despacito  y echando humo negro a morir. Tenemos ganas de ver la llegada a San Pedro de Atacama, a Chile. La altura nos tiene mal, con dolores de cabeza, mal dormidas y un poco de mal humor. No nos gustan las subidas, y a la rusa tampoco. 

Carola jugando con los bloques de hielo al costado de la ruta.
   Desierto de Atacama, Chile
Y más desierto. 
No sabemos qué nos espera pero sabemos que va a estar bueno. Después de tanto esfuerzo, atrás quedó Jama, Susques, la Cuesta del Lipán. Todo durísimo, todo costó. Solo nosotros sabemos lo que transpiramos para poder cruzar esta bestialidad de montañas.

   


Durante todo el cruce de la cordillera fue así.  Avanzar un tramo, calentura, parate. No fue nada fácil, el calor que te quema la cabeza, la altura que te hace sentir que tu cerebro tiene cinco kilos más de presión. Muy duro. El llegar a la cima, a casi cinco mil metros y ver por momentos bloques de hielo más altos que la rusa incluso, fue una experiencia increíble. El momento de llegar a la bajada que anuncia que San Pedro de Atacama se encuentra a treinta kilómetros ruta abajo fue nuestro momento más feliz en las alturas de los Andes. Estábamos cansados de tanta montaña…



Cheché...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario